La gran aventura Lego

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Mis ladrillos

Emmet es el hombre más común de la familia Lego. Trabaja como obrero de esa gran empresa de ladrillos, come adonde todos comen y canta la más popular de las canciones, hasta que un día se entera de que es “el elegido”. Una heroína glamorosa y un sabio de tez morena con aires a Gandalf (Morgan Freeman hace las voces en el original) lo confunden con el profeta de los maestros constructores, unos individuos que, en estado de trance, trabajan para imaginar otros mundos posibles. Los tres viajan al Far West, pasan por la Edad Media y demás recreaciones Lego, y con la ayuda de un hosco mini Batman resisten al ejército del Presidente Negocios, el hombre más poderoso de la metrópolis, quien amenaza con terminar el juego gracias a un pegamento mortal. Los realizadores de Lluvia de hamburguesas crearon otro engendro desopilante, una mezcla de South Park con stop-motion y Futurama (el plenario de Emmet con Superman, Lincoln, Milhouse y jugadores de la NBA es digno de Matt Groening) que al mismo tiempo sirve como una atractiva (y efectiva) publicidad del producto. Sólo apta para mayores con buen sentido del humor.