La gran aventura Lego

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Dale, comprame

Dentro de esa mina de oro aparentemente inagotable que es el negocio de las películas infantiles, una de las claves es el merchandising . Que, en general, suele invadir jugueterías y casas de comida rápida al calor del éxito de los largometrajes. En este caso se invirtió el proceso, y La gran aventura Lego funciona como una gran publicidad del imperio de muñequitos y ladrillos encastrables que tuvo su origen en Dinamarca en 1934.

El gran encanto de la película es que no abusa de las imágenes creadas digitalmente, sino que en buena medida está filmada con la técnica de stop motion , cuadro por cuadro, que permite percibir las texturas y nos hace sentir que estamos ante un producto artesanal, efecto que se realza con el 3D. Casi todo está hecho a partir de los productos Lego: no sólo los edificios y los personajes, sino también el fuego, el agua o los disparos.

La historia arranca como una parodia de Matrix: Emmet, un albañil común y corriente que sólo trata de adaptarse a las reglas, resulta ser el Elegido que, de acuerdo a una profecía, salvará al mundo. Así, recorrerá los distintos escenarios Lego -la ciudad, el lejano Oeste, etcétera- con la ayuda de los maestros constructores, genios en el arte de armar cualquier cosa a partir de las piezas encastrables. Ellos son personajes como Batman, Shaquille O’Neal o seres del universo de Harry Potter, El Señor de los Anillos y La Guerra de las Galaxias, siempre leguizados . Una muestra de las variadas alianzas que fue tejiendo la multinacional danesa a lo largo del tiempo.

Hay varios mensajes. Basta con decir que el malo es el presidente Negocios, con los gerentes obsesivos y la policía como sus lacayos, y que toda la población está estupidizada consumiendo los programas de televisión y canciones que emiten los medios concentrados de comunicación, tomando café “ridículamente caro” y hablando de deportes. Sobre todo, se elogia a la creatividad en contraposición al excesivo apego a las instrucciones (el deber ser social). Pero, en definitiva, lo que más estimula la película es el deseo de consumir todo tipo de productos Lego.