La feliz: Continuidades de la violencia

Crítica de Carla Leonardi - A Sala Llena

Ensayo sobre el neofascismo:

Violencia siempre hubo, desde el comienzo de la humanidad. Lo que tienen de particular las manifestaciones de la violencia hoy es aunarse con el fenómeno que Lacan ya vislumbraba con lucidez en su Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela al decir que: “Nuestro porvenir de mercados comunes será balanceado por la extensión cada vez más dura de los procesos de segregación”.

La cuestión de la violencia en nuestro país, es un tema que el realizador argentino Valentín Javier Diment ha trabajado a lo largo de su filmografía desde el documental Parapolicial negro, apuntes para una prehistoria de la AAA (2010), pasando por esa fábula de ficción en clave de terror que fue El eslabón podrido (2015), hasta la que nos convoca en el presente: La Feliz: continuidades de la violencia (2018). En esta ocasión se trata de un documental que tiene toda la impronta del periodismo de investigación, y que pese a la densidad y el horror de los temas que aborda, logra resultar llevadero para el espectador gracias a un estilo de presentación contemporáneo tanto desde lo visual como lo sonoro y a un montaje ágil, que no obstante, dedica el tiempo necesario a las secuencias claves sin perder profundidad.

El documental comienza con un plano general de la vastedad del mar, a partir del cual se localizará la ciudad ícono de las vacaciones que es Mar del Plata, conocida por este motivo como “La feliz”. Lo que el director Valentín Diment nos mostrará no es la postal alegre a la que estamos acostumbrados sino su lado B, su reverso oscuro que es aquel de su realidad social. Mar del Plata es una ciudad con uno de los mayores índices de pobreza en nuestro país y también ha sido el escenario de un incremento de ataques por parte de agrupaciones neonazis en los últimos tiempos.

A partir de diversos testimonios en plano fijo y rescatando distintas posiciones, tanto desde lo profesional o la inserción social como desde lo ideológico, y tomando material de archivo del juicio de la causa por ataques neonazis; el documental toma cierto sesgo arqueológico y detectivesco que apunta a dar cuenta de los orígenes de la violencia actual, construyendo así una genealogía de la violencia. La hipótesis que propone el documental, con sustento y labor de investigación exhaustiva, es que habría una continuidad de la violencia en La Feliz que puede rastrearse desde el choque que significó la llegada de veraneantes asalariados a esa ciudad que en los años 30 fue centro de veraneo de una aristocracia que emulaba a Europa tanto en su mirada como en su estilo de vida, pasando por los prolegomenos y los acontecimientos del Terrorismo de Estado en la década del 70, hasta las más actuales manifestaciones de violencia xenófoba entre los años 2014-2016 por parte de grupos neonazis.

En el marco de este trabajo cobran importancia los testimonios vinculados al asesinato de Silvia Filler durante la asamblea de estudiantes en la Facultad de Arquitectura perpetrado por integrantes de la CNU (Concentración Nacional Universitaria) en 1971, agrupación católica reaccionaria y de extrema derecha, brazo armado universitario de la Triple A. Asimismo, los testimonios ligados a la represalia de la ultraderecha paramilitar por el asesinato de Piantoni (integrante de la CNU) a manos de Montoneros en el año 75, que derivará en una escalada de asesinatos que produjeron entre el año 75 y 76, apoyándose en la consigna del General Perón del 5 por 1, que hacía evidente la brecha indisoluble entre las distintas lineas dentro del Peronismo. Se destaca también muy especialmente el desgarrador testimonio de Marta García de Candeloro, victima de atrocidades durante su cautiverio en la llamada “Noche de las corbatas”, operativo que consistió en el secuestro, torturas y asesinato de un grupo de abogados y sus familiares en el año 1977 por parte de la dictadora militar, en el cual participaron miembros de la CNU.

Es interesante el paralelismo que muestra el documental entre la famosa teoría de los dos demonios para explicar los acontecimientos de los años 70 y la teoría del enfrentamiento entre tribus urbanas para explicar la violencia contemporánea, en ambos casos apuntando a amenguar y quitar responsabilidad en los delitos cometidos por los grupos de derecha, que en verdad actúan usando la fuerza o el patrocinio y amparo del Estado, atacando a colectivos vulnerables y en clara situación de desigualdad.

Los ataques perpetrados por grupos integrados por jóvenes neonazis son orgullosamente avalados por Carlos Pampillón, referente del nacionalismo extremo marplatense (Líder de la agrupación Foro Nacional Patriótico), que apoya públicamente al actual intendente por Cambiemos Carlos Fernando Arroyo. Cierto es que cada uno puertas adentro puede profesar la ideología que quiera y que decirse de derecha o tener en su biblioteca bibliografía del nazismo. Pero si la ideología traspasa la esfera pública, perpetrando acciones violentas u avalando e incitando a las mismas, ya se constituyen en delito, y serán los nexos con el poder de policía o la política, los que les permitan cierta protección para que los realicen con cierto nivel de impunidad. Pampillón indigna cuando dice con absoluta liviandad frente a la cámara que “Los militares se quedaron muy cortos; porque hay muchos que están vivos”. Su figura podemos pensarla desde lo que Lacan en El Seminario 7: La ética del psicoanálisis, para referirse al intelectual de derecha, sitúa como “el knave”, es decir el bribón, aquel que no se avergüenza de presentarse como lo que es: un canalla y cuyo cinismo encarna el cinismo del poder mismo.

Los grupos neonazis serán llevados a juicio en 2017 y sus integrantes recibirán su condena. Pero lo que resulta inquietante a partir del documental de Diment, es que especímenes de mayor envergadura política, como Pampillón, continúan expresándose y actuando con impunidad y hasta con orgullo narcisista por ser el centro de atención. Y más aún cómo la dinámica y la manera de pensar de estas agrupaciones se continúa en las políticas en materia de Migración o de Seguridad del actual gobierno de CEOs de las Corporaciones.

Más allá del la situación puntual de Mar del Plata que toma el documental, lo que hay que destacar es que la película abre a la posibilidad de reflexionar sobre el rebrote del odio hacia el diferente como un problema de nuestros tiempos. El odio apunta a la eliminación del ser del diferente, expresa la intolerancia extrema ante el modo de gozar del extranjero, del homosexual, de la mujer, etc. En el odio hacia el ser del otro, se busca afirmar el propio goce. De este modo, en el rechazo hacia ese goce diferente, lo que se desconoce es que el mal no está en el exterior, en ese otro que es situado como enemigo, sino en el interior de sí mismo. Ciertamente para la dirigencia política y económica, hoy no es necesario recurrir a las fuerzas del orden de las dictaduras para ejercerlo, se puede llevar de manera más sutil mediante una política de libre mercado, que convierta a todos (extranjeros, homosexuales, etc.) en esclavos consumidores, excluidos, desempleados y muertos de hambre.

La Feliz: continuidades de la violencia, es un documento revelador y necesario que nos muestra el otro lado de la postal luminosa y banal del verano, donde que el futuro que había entrevisto Lacan en el 1969 como efecto del capitalismo global y homogenizante, llegó para quedarse. Mar del Plata aparece así como el epicentro de una fuerte desigualdad social y de rencores y antagonismos ideológicos que aún no han podido superarse. Al diseccionar la dinámica de los grupos de extrema derecha de los años 70, la propuesta de Diment no se queda simplemente en un puro revisionismo histórico, sino que nos permite visualizar con claridad su continuidad en el rebrote de neofascismo actual, que no es es sino la expresión visible y funcional de las minorías capitalistas que siguen empeñándose en conservar sus privilegios y riquezas.