La doble vida de Walter

Crítica de A. Degrossi - Cine & Medios

El loco son ustedes

Jodie Foster vuelve a demostrar que es una eficaz directora, alejada de los artificios y notable en la dirección actoral. Foster confía en sus talentos, planta la cámara y deja que los actores hagan su trabajo. Captura emociones y narra la historia sin caer en lo moralizante. Tiene en sus manos un drama potente y en un punto aleccionador, mas lo interesante es que Foster nunca lo impone; es tal el poder del relato que su moraleja se impone sola.
Walter Black (Mel Gibson) es un hombre sumido en una tremenda depresión. La enfermedad lo lleva a perder la empresa que heredó de su padre y a su familia. En realidad, su familia, es decir su esposa (Jodie Foster) decide dejarlo a su suerte, que se arregle solo y ya no moleste en la casa ni perturbe a sus hijos, el pequeño Henry y el adolescente Porter, obsesionado por no parecerse a su padre. Es entonces en la soledad de un cuarto de hotel donde Walter deja fluir a su alter ego, un castor que no es más que un títere en su mano izquierda, pero que le sirve como intermediador entre su yo y el resto del mundo.
La historia se presenta sin trazos gruesos, solo con la velocidad que impone la industria para el público de hoy, al que consideran poco paciente y deben entregarle el conflicto lo más pronto y digerido posible. Pero Foster es hábil, se crío en la industria pero tiene la sensibilidad suficiente como para saber qué material tiene entre manos y cómo no banalizarlo.
Es público que Mel Gibson ha tenido problemas con el alcohol y que en estado de ebriedad estuvo involucrado en casos de violencia doméstica y profirió insultos políticamente incorrectos. No es posible entonces escindir a Gibson de Black, no al menos en el primer acto. Hay algo de catarsis en Gibson que Foster, y desde ya los productores, han sabido apovechar.
Si como no pocos especialistas sostienen: el inconsciente comprende la metáfora, entonces en el climax de la historia Black parece haberse percatado de su condición, pero no es más que otra trampa esquizofrénica que desembocará en, tal vez, la solución definitiva.