La danza de la realidad

Crítica de Diego Maté - Cinemarama

Junto con Jerry Lewis y Leonardo Favio, Alejandro Jodorowsky quizás sea uno de los directores más libres y desprejuiciados de la historia. Tras la fallida El ladrón del arcoiris y después de veintitrés años lejos del cine (pero cerca del teatro, la historieta y la psicomagia) Jodorowsky vuelve con La danza de la realidad, un retrato fantástico de su infancia con personajes que se mueven en un mundo fracturado entre el pasado de Chile y el delirio surrealista. Alejandrito es un joven que se debate entre superar las pruebas crueles de su padre bombero y comunista, y la promesa de un universo maravilloso que le llega de parte de tullidos y de un chamán que se le aparece misteriosamente. La película puede pasar sin escalas del misticismo a la sátira política atravesando el musical y la comedia absurda, y alternar el relato de maduración del protagonista con un intento de magnicidio que incluye el envenenamiento de un majestuoso caballo blanco. Para Jodorowsky el exceso y la fantasía son solo otras formas posibles de la memoria.