La chica que soñaba con un fósforo y un bidón de gasolina

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

La segunda parte de la exitosa trilogía sueca Millennium (que pronto tendrá su versión norteamericana) alcanza en La chica que soñaba con un fósforo y un bidón de gasolina su punto más alto.

El guión de Jonas Frykberg, basado en la novela de Stieg Larsson, luce un rico entramado de elementos que atrapan al espectador, y la mano segura del realizador Daniel Afredson los traslada a la pantalla con el formato de un thriller de alto impacto.

Los espectadores (quienes no vieron la primera parte deberían hacerlo) ingresan con comodidad en la zona oscura que proponen los personajes. Lisbeth Salander (Noomi Rapace) es la mujer más buscada del país porque sus huellas quedaron grabadas en el arma de un doble crimen de periodistas de la revista Millennium.

Tras sus pasos y convencido de su inocencia, el editor en jefe Blomkvist (Michael Nyqvist) deberá encontrarla antes que otros la atrapen. La película acumula buenas dosis de suspenso, no disimula sus influencias policiales de Agatha Christie y tampoco de villanos al mejor estilo de los films de James Bond.

El pasado oscuro de la protagonista resurge a través de flashbacks que muestran la relación con su padre y su tortuosa estadía en instituciones psiquiátricas. Salander se convierte en una suerte de Angel de la venganza, como en la película de Abel Ferrara. Le abrieron la puerta que la conduce al infierno y que culminará en un verdadero baño de sangre en un granero.

En La chica que soñaba con un fósforo y un bidón de gasolina hay varios peligros, entre ellos, el Gigante rubio (recuerda a Mandíbula encarnado por Richard Kiel en La espía que me amó), un temible antagonista incapaz de sentir dolor y que se convierte en parte central del relato.

El film es un aceitado mecanismo de relojería que irá marcando líneas narrativas paralelas, personajes siniestros, investigaciones policiales, detalles escabrosos y denuncias sobre el comercio sexual en Suecia. Todo irá sucediendo de manera acelerada y sincronizada para exacerbar la violencia. Un recomendable producto que marca los segundos con sangre y rasgos de perversión.