La chica del dragón tatuado

Crítica de Pablo Manzotti - Otros Cines

Reconciliables diferencias

Si había un realizador adecuado para llevar adelante la versión cinematrográfica del gran “boom” literario que significó la saga Millennium, ése era David Fincher: se caía de madura la presencia del director de Pecados capitales detrás de la adaptación al cine del primer libro de la trilogía del sueco Stieg Larsson. Al menos de su versión norteamericana, claro. Su estilo hiperestilizado, afianzado en la personal fotografía y en el buen manejo de la dirección actoral, lo hacían poseedor de todos los números para quedarse con el premio.

La chica del dragón tatuado se sumerge en los hechos del libro Los hombres que no amaban a las mujeres, primer capítulo de la trilogía, y presenta a los dos protagonistas centrales de la serie: el periodista Mikael Blomkvist (Daniel Craig) y la “guarra” espía informática Lisbeth Salander (Rooney Mara).

Blomkvist es un profesional que entra en desgracia cuando, a partir de una investigación periodística sobre corrupción política y empresarial que lleva adelante para la revista Millennium de Estocolmo, pierde una demanda millonaria. En un periodo autoimpuesto de ostracismo y por eso de que “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”, es contratado por Henrik Vagner (notable Christopher Plummer), patriarca de una de las familias más poderosas de Suecia. Para este nuevo trabajo, Blomkvist ha sido investigado por Lisbeth Salander, una joven bajo tutela del Estado por sus serios problemas de adaptación social, pero con una mente brillante que la convierte en la mejor en detectivismo de alta tecnología (experta hacker).

Blomkvist recibe el encargo de investigar el asesinato y la desaparición de la sobrina de Vagner, hecho ocurrido cuarenta años atrás. Una investigación que se sumerge en intrigas familiares, nazismo, vejaciones y crímenes múltiples.

Fincher pertenece a esa camada de directores con buena exposición en los años '90 que retomaron la línea de trabajo de sus admirados realizadores de la generación del '70. Un pulso narrativo con base en el cine clásico y de género, sostenido en un estilo personal muy marcado y con el hambre para la experimentación en diversos elementos del lenguaje audiovisual. La composición de imágenes de Fincher, una de sus patentes más logradas, se sustenta en una iluminación con fuertes contrastes, algo que remite, en varias oportunidades, a los cortes, a los haces de luces del policial negro. También hay una fuerte presencia de elementos del cine publicitario, sobre todo, en la edición y los movimientos de cámara.

La chica del dragón tatuado presenta un par de desafíos para el director. El primero, es que se trata de la adaptación de un best seller, con las habituales comparaciones que esto conlleva y los peligros de despersonalización artísica que supone un producto por encargo. La segunda, un poco más compleja, es la existencia previa de una adaptación, una película sueca del mismo libro.

Se puede decir que el director de Alien 3, El club de la pelea y Red Social sale airoso de las pruebas. Sin llegar a la maestría narrativa de piezas como Zodíaco o Pecados capitales logra un producto personal, donde mantiene con buena destreza un relato muy intrincado. Precisamente, en la narración de acciones paralelas, en el desarrollo de la investigación de Blomkvist por un lado y la atormentada vida cotidiana de Lisbeth, por el otro, es cuando logra el mejor resultado. Y la demora del encuentro entre ambos protagonistas (en relación con la versión sueca) le otorga un matiz interesante al relato. Otro punto a favor es la construcción del pasado, el rompecabezas de la historia, armado a partir de las miradas fotográficas. Acá es donde más se luce Fincher. No sólo en los flashbacks hacia la década del '60 y el uso de una paleta de colores estilo “Polaroid”, sino en el juego con el punto de vista. La mirada de los investigadores se cruza con la de esos seres del pasado. El director se destaca apelando a un montaje muy cuidado que acelera su ritmo hacia el final.

Un párrafo aparte merece la buena performance de Rooney Mara como Lisbeth Salander. Verdadera heroína y protagonista real de la saga, es un personaje bastante complejo que lleva adelante (o padece) las acciones más sórdidas y viscerales del film. Quizás, hay que admitirlo, hasta los límites de oscuridad e impacto que una película de alto presupuesto “made in Hollywood” permite, claro. Mara sabía que era el papel de su vida y no dudó en ponerse el traje y de llegar hasta donde hacía falta. Fincher decidió darle al personaje, y a su relación con Blomkvist, un costado sentimental más profundo que en la versión sueca, con mayores matices en la línea de conducta de la “alternativa” detective. También, dosifica pausadamente su entrada fuerte en el relato, quizás pensando, a esta altura, en el progreso de la saga que la tendrá como protagonista excluyente. Se espera la seguidilla de estos films de la trilogía para 2012 (fin de año en Estados Unidos) y 2013.

Para la especulación, queda pensar en potencial cuál hubiese sido el resultado de haber situado la acción en alguna ciudad del norte de los Estados Unidos, tipo Seattle, y alejarse de algo que siempre supone un punto de conflicto como es el interpretar historias protagonizadas por actores norteamericanos o ingleses en calidad de nativos de cualquier parte del mundo.

Habrá que esperar para ver cuánto decide David Fincher apretar el acelerador y transformar la saga en un arco narrativo personal. Por lo pronto, el primer escalón cumple en dejar muy buenas huellas de estilo como punto de partida.