La casa oscura

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

La primera media hora de La casa oscura es verdaderamente buena. El director David Bruckner (El ritual, 2017) construye una atmósfera misteriosa y desarrolla un personaje principal que logra mantener la ambivalencia de la historia gracias a su capacidad para pasar de lo cotidiano a lo aterrador.

De entrada nos enteramos de que Beth (interpretada por una magnífica Rebecca Hall) está en pleno proceso de duelo tras el suicidio de su marido Owen (Evan Jonigkeit). Beth vive en una casa a la orilla de un lago construida especialmente para ella, y de a poco trata de reincorporarse a su trabajo como docente.

A Beth le cuesta el día a día, y encima empieza a sentir ruidos extraños en la casa, a escuchar voces como si fueran las de su marido, y a tener sueños que parecen reales, con visiones confusas. Es debido a estos sueños y ruidos recurrentes, y a señales bastante extrañas (como huellas de barro en el puente que conduce al lago), por lo que Beth les pregunta a sus amigos si creen en los fantasmas.

Beth no se conforma con las opiniones de sus pares y empieza a hurgar en las pertenencias de su marido, hasta que descubre una foto de una mujer parecida a ella en el teléfono del difunto. Y no solamente descubre esa foto, sino muchas fotos más, de otras mujeres, lo que hace que todo a su alrededor se torne oscuro, sobre todo cuando, por un camino del bosque que rodea la casa, descubre una casa prefabricada de madera y un vecino le confiesa que vio a su marido andar de noche por ese lugar.

Es indudable la capacidad que tiene Bruckner para sembrar el misterio y enganchar con lo que está contando, ayudado por la excelente actuación de Hall. Pero el problema es que, a medida que avanza, amaga con varios caminos sin tomar ninguno, como si nunca se decidiera a contar una historia sobrenatural con brujería incluida o a hacer un thriller psicológico de terror. Y cuando finalmente se decide por la historia de un fantasma, tampoco se decide si hacer de ese fantasma una entidad mala o una presencia buena.

Bruckner intenta construir terror como consecuencia del duelo y de una experiencia con la muerte que tuvo la protagonista en el pasado, detalle un poco forzado del guion para justificar el giro final. La casa oscura es un mejunje de posibilidades que no se terminan de cocinar porque su director no se decide con los temas y géneros que maneja.

Se entiende su intención de ser una película profunda, que intenta dar un paso más allá del simple susto efectista y del entretenimiento superficial. Pero lo que consigue es quedar como una película cursi, con esa idea de un fantasma que en realidad es la nada o la muerte en forma de espíritu que viene a buscar a la protagonista.

La dimensión filosófica que quiere tener La casa oscura es de lo más torpe y fallida. El resto, la actuación de Hall, el suspenso sostenido, la atmósfera, la fotografía y la utilización de la canción de Richard Thompson, Calvary Cross, es un acierto que la hace llevadera y que logra sostener las complicaciones de la trama. Sin embargo, la película tiene ese dejo de cursilería y de pensamiento entre inocente y ambicioso que nunca llega a cuajar porque nunca decide qué película quiere ser.