La casa con un reloj en sus paredes

Crítica de Tomás Ruiz - EL LADO G

Una película que pretende combinar cosas y que termina estrellándose con sus ganas de mezclar géneros. No se termina de decidir su camino a tomar.

En 1973, el autor estadounidense John Bellairs publicó una novela juvenil con tono gótico con el nombre de “La Casa Con Un Reloj en sus Paredes” (The House with a Clock in Its Walls). Esta novela, es la primera de una trilogía que cuenta las aventuras extrañas de Lewis Barnavelt, un niño que quedó huérfano cuando sus padres murieron en un accidente de auto. Tras el trágico suceso, Lewis tuvo que irse a vivir con un tío que nunca había visto y que en la reputación familiar nunca estuvo bien considerado, sobretodo por su particular gusto por la magia.

Bajo esta premisa y con la dirección de Eli Roth, llega esta transposición en la que veremos los inicios de la historia y la primera aventura de Lewis (Owen Baccaro) cuando se encuentra con su tío Jonathan Barnavelt (Jack Black) y su vecina, sumamente peculiar la Señorita Zimmerman (Cate Blanchet), en la maravillosa y tenebrosa mansión en la que él habita. Lewis, descubrirá que su tío y su vecina son magos y ambos están tras los pasos de una antigua maldición que el dueño anterior de la casa, el poderoso hechicero Isaac Izard (Kyle MacLachlan), hizo para poder dominar al mundo. Así Lewis deberá lidiar con los problemas básicos de un chico de 10 años en la escuela y los problemas domésticos, como hablar con sillones, prevenir el Apocalipsis tener de mascota a un Grifo hecho de hojas.

Así de disparatado como suena, resulta ser el producto final. La película en sí pretende combinar géneros tan diferentes como fantasía, terror, comedía, y ninguna termina predominando y deja una sensación de que el eje estuvo mal fijado. El guión es de lo más normal, una típica historia que sirve como plataforma inicial para luego formar una saga de películas, así como en sus propios libros. Lo que si es extraño, es que teniendo a Jack Black, en ningún momento la película sea graciosa, si bien lo intenta en reiteradas oportunidades y es más, casi constantemente en el que el actor aparece en pantalla, no logra hacer reír casi nunca. El tono de la película es mucho más oscuro de lo que se estima, pero la estética tiene algo muy parecido a Escalofríos (Goosebumps, 2015) película que también protagonizó Black y que terminó dejando muchísimas dudas. La peli tiene aspectos visuales bastantes interesantes, pero transita permanentemente por una delgada linea, en la que a veces cae en pasarse con efectos de CGI. No es necesario que para hacer trucos de magia “simples” se hagan por computadora o ilusiones menores, que ya de por si no abundan, quizás con un poco más de efectos prácticos, le hubiese dado a la peli un salto de calidad.

Las actuaciones no pueden evitar la carencia de alma que tiene la película. En el caso de Cate Blanchet, el film no explota todo lo bueno que puede dar la actriz. Teniendo un rol totalmente secundario, en los momentos que ella participa decididamente se nota una pequeña mejoría en el andar de la peli. ¿Por qué usarla tan poco si da un toque distintivo tan notorio? Podrían haber explotado todo su talento de mejor modo. En cuanto al joven Owen, da una interpretación fiel de su papel, pero hasta ahí nomas. Su mejor parte se puede ver cuando le toca interactuar con los aspectos de fantasía, porque su personaje en cuanto a los aspectos más “normales” como ir a la escuela, no generan empatía o gracia ni ningún tipo de sentimiento. Otro que puede estar en el grupo de los destacados, es Kyle MacLachlan, el Agente especial Dale Cooper de Twin Peaks (1990-2017), cumple con su trabajo de muy buena manera y la única parte que parecería ser para asustarse, viene gracias a él y gracias a un buen acierto del director a la hora del look de su personaje.

En una película que pretende combinar cosas de Harry Potter, Los Locos Addams y Escalofríos que termina estrellándose con sus ganas de mezclar géneros y no se termina de decidir su camino a tomar. Aún así, para pasar el rato y olvidarse de los problemas, está bien. Eli Roth, quien supo ser un gran actor, recordado entre otras por su participación en Inglorious Bastards (2009), deberá tener en claro que para una adaptación de un libro, se deben tener más cosas en cuenta que seguir al pie de la letra las paginas del material original, hay que tener un sello propio y un toque de originalidad. ¿Habrá secuela? Solo queda esperar a los números que a Hollywood mas le importan, la taquilla.