La casa con un reloj en sus paredes

Crítica de Beatriz Iacoviello - El rincón del cinéfilo

Con el estreno de “La casa con un reloj en sus paredes”, basada en la novela homónima “The House with a Clock in Its Walls” (1973) de John Bellairs, Eli Roth (“Hostel”, 2005, “Cabin Fever”, 2012), que además produjo varias series, películas entre terror y thriller psicológico, incursiona por primera vez en un filme fantástico y de terror para preadolescente, en el cual se reserva un personaje para él: Conrade Ivan.

Eli Roth desde sus comienzos está habituado a dirigir y producir historias de terror violentas, gore y de humor negro, y, si bien ésta es una película familiar, y carece de esos elementos, no quedará ajena a la truculencia, los sustos y a un clima escalofriante, que puede llegar a asustar a los más pequeños. El filme recuerda un poco a “Un monstruo viene a verme”, (J.A. Bayona – 2016, (“El orfanato”, 2007), una fantasía que también proviene del terror.

“La casa con un reloj en sus paredes” es un filme basado en un cuento sobrenatural ambientado en 1955 en New Zebedee, Michigan (una ciudad con su propia mansión embrujada). Su protagonista es un huérfano Lewis (Owen Vaccaro) que es adoptado por su divertido tío Jonathan (Jack Blak), un brujo que ocupa esa mansión gótica, mezcla de castillo y casa destartalada, quje cuando no está tratando de encontrar la fuente del amenazante tic-tac que emana de las paredes, está intercambiando insultos agradables con la bruja de al lado, Florence Zimmerman (Kate Blanchett, “Cenicienta”, 2015).

Todo gira en torno a una extraña historia que involucraba a los anteriores residentes de la mansión, un malvado mago llamado Isaac Izard (Kyle MacLachlan) y su esposa Selena (Renée Elise Goldsberry) que murieron, o desaparecieron, hacía un año, al intentar crear un mecanismo que de alguna manera podría causar estragos en las fuerzas del tiempo.

La pareja maléfica desapareció, pero el traicionero reloj quedó, escondido en algún lugar dentro de la casa, y aunque Jonathan trató de taparlo con docenas de otros relojes no lo logró y, a altas horas de la noche, Lewis puede oír el inconfundible sonido del fin del mundo acercándose.

Por otra parte Lewis trata de investigar las bases de la hechicería y descubre que no se requiere de ningún talento especial, sólo la voluntad de estudiar, lo que produce montones de hechizos que se resuelven entre el éxito y el fracaso que tienen poco que ver con la dirección final de la trama.

“La casa con un reloj en sus paredes” entra en el mundo del cuento de horror y misterio, en el que se abordan temas a través de los cuales un chico puede canalizar sus conflictos existenciales. Mediante este tipo de cuentos se le ofrece al niño una nueva gama de dimensiones a las que le sería imposible llegar por sí solo. Así mismo, se les permite (a los niños) estructurar sus propios ensueños y canalizar mejor su vida a través de las imágenes que se transmiten a través de un mensaje, y es que la lucha contra las serias dificultades de la vida son inevitables, a la vez que lo enfrenta con los conflictos humanos básicos, como son la muerte, la separación, el envejecimiento, entre otros. También los obliga a encarar caracteres totalmente opuestos (bueno- malo, feo- bonito….) con la idea de que pueda comprender más fácilmente la diferencia entre ambos. Esto le va proporcionar finalmente una decisión básica sobre la que se construirá todo el desarrollo posterior de la personalidad que este tipo de cuentos sugiere.

El género tiene orígenes antiguos, que fueron reformuladas en el siglo XVIII como Gótica de terror, con la publicación de la “Castillo de Otranto” (1764) por Horace Walpole. El género de horror sobrenatural tiene sus raíces en folclore y las tradiciones religiosas en la muerte, la vida futura, el mal, lo demoníaco y el principio del mal encarnado en el Diablo. Estos se manifestaron en las historias de las brujas, vampiros, hombres lobo, fantasmas, y los pactos demoníacos como el de Fausto.

Todos estos elementos son posibles de encontrar en “La casa con un reloj en sus paredes”, que más allá de ser un filme que se sostiene más por los efectos especiales y su atmósfera estrambótica que por la propia historia, no deja de ser interesante para iniciar a los niños en la catarsis que representa el mundo onírico, con todo lo sobrenatural y siniestro que posee.