La batalla de los sexos

Crítica de María Paula Putrueli - Cuatro Bastardos

La batalla de los sexos: Seamos libres que lo demás no importa nada.
Los directores Jonathan Dayton y Valerie Faris (Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006) y Ruby, la Chica de mis Sueños (Ruby Sparks, 2012), vuelven a la pantalla con una maravillosa biopic sobre la tenista Billie Jean King.
Desde ya, si hablamos sobre una biopic, más aún de índole deportivo, sabemos que la emoción está a la orden del día. Son esas historias que ponen de manifiesto la voluntad suprema de cada ser humano, el coraje y la valentía para superar todos los obstáculos que se van sucediendo en el camino (personal y deportivo) y el factor aspiracional que provoca en cada espectador.
La batalla de los sexos, tiene eso y mucho más, ya que se trata no solo de aquel partido épico de 1973 que disputaron la joven tenista Billie Jean King (Emma Stone) y el ya retirado de las canchas Bobby Rigs (Steve Carell), sino que expone y propone el principio del cambio en términos de la lucha de la mujer por hacerse un lugar, su lugar, en un mundo pensado y manejado por hombres. No solo en el sector del deporte, sino en el mundo como espacio donde los derechos de la mujer lograron ser un hecho, gracias la lucha continua y apasionada de mujeres como Billie Jean. Es también un manifesto sobre la libertad, la falta de ella y el exceso de la misma, esta tenista empedernida en lograr tener las mismas condiciones de trabajo y los mismos derechos de los cuales hacían goce los tenistas masculinos, no solo se enfrentó a una batalla con el exterior, sino que fue presa de una guerra interna, la necesidad de encontrarse a ella misma, de saberse primero mujer, luego tenista para convertirse en una mujer tenista que se había enamorado de una mujer. Todo un combo crítico para la época en que vivía, algo alejada de la actual, aunque lamentablemente no en su totalidad.
El relato abre el juego en distintas líneas argumentales, la excusa: toda la preparación de ese partido (algo bizarro) que disputaron Billie Jean para dar prueba que las mujeres estaban en el mismo nivel de los hombres (dentro y fuera de la cancha) y Bobby Rigs para probarse a sí mismo, una vez más, su poder y supremacía de macho alfa frente a toda esa clase inferior, que el consideraba a las mujeres. En paralelo ambos personajes sufren por lo mismo, no poder ser a fin de cuentas quienes realmente son: ella una mujer felizmente casada con un hombre, que encuentra sin buscarlo el verdadero amor en otra mujer y él un jugador empedernido que siente la continua necesidad de apostar por todo, aún cuando perder implica dejar a su familia en la mesa de apuestas.
En esta búsqueda de ambos, el contexto juega un papel fundamental, en la década de los setenta el auge de mujeres que querían ser algo más que “la mujer de alguien” encontraba su punto álgido así como el inicio de lograr el mismo trato y derechos por parte de la comunidad homosexual (camino que al día de hoy se sigue transitando con varias piedras por sortear).
La dupla en dirección acierta con un diseño de arte preciso en cuanto a la recreación de la época, desde el vestuario y peinados hasta los detalles de ambientación, todo funciona perfecto al relato, así como la decisión de primeros planos para adentrarnos en ese mundo interior de los personajes, que recién en el último tramo se expone en su totalidad.
Al final siempre viene lo mejor y no podemos dejar de destacar la interpretación de Emma Stone, ahora sí merecedora de un premio de la academia, la transformación física, la manera de caminar, los gestos exactos al hablar, Stone no personifica a Jean, Stone es Bilie Jean, es esa mujer con la fuerza para dar batalla con todas las condiciones adversas, con la furia sana de la justicia como bandera, y con la vulnerabilidad siempre a flor de piel de no poder asumir quien es y mostrárselo a todo el mundo.
La escena en el vestuario, una vez ya ha culminado quizás el partido de su vida, podría tomarse como una clase magistral de actuación por parte de la actriz, quien aquí vuelve a afirmar lo que ya todos sabemos, Emma Stone es sin duda la mejor actriz de su generación, dotada de una versatilidad extraordinaria, componiendo aquí uno de los mejores papeles hasta el momento.
El resto del elenco no solo acompaña a la par sino que brilla con luz propia, a Carell este hombre pateticamente gracioso le sale de taquito, y aportan en los vértices de comedia y drama tres grandes talentos con papeles menores que ellos convierten en enormes: Sarah Silverman (manager y prensa de estas mujeres con sed de victoria), Andrea Riseborough (una peluquera que enamora perdidamente a billie Jean) y Alan Cumming (vestuarista del equipo femenino, y responsable del mejor diálogo de la película).
Un partido de tenis, un hombre y una mujer que se enfrentan a mucho más de lo que parece estar en juego, y la necesidad imperiosa de que llegue el día que “seamos libres de ser quien seamos y amar a quienes queramos”. Todo eso en una película, no es poca cosa.