La Bahía

Crítica de Sergio Zadunaisky - A Sala Llena

La caída

La acción de La Bahía (Ma Loute, 2016) transcurre en la década del ‘10 del siglo XX, en un paraje en el norte de Francia, sitio donde se están produciendo unas extrañas desapariciones de turistas. El nombre que la película tiene en castellano habla de un lugar geográfico concreto, escenario de los hechos, donde se cruzan dos familias opuestas por clase social y costumbres. Para los Van Peteghem es el enclave elegido cada año para pasar allí las vacaciones en su casa de veraneo. Para la familia Brufort, a la que pertenece Ma Loute (nombre que lleva la película en francés) es un ámbito de crimen y supervivencia. Un personaje de cada uno de los clanes escapará por un momento de su rol: la hija menor de los Van Pateghem, la andrógina Billie (Raph) y Ma Loute (Brandon Lavieville), el mayor de los Brufort, que vivirán una extraña historia de amor. Ambos personajes son los que generan más empatía en un cuadro en el que cuesta identificarse con la mayoría de los que los rodean. Su romance atraviesa un escenario donde los vamos a ver alejarse de patrones y mandatos familiares, buscando rescatarse entre sí.

La fisicidad prepondera, los personajes de La Bahía caen o están a punto de hacerlo permanentemente, en forma accidental o buscada, como el mismo Bruno Dumont, que decide a conciencia caer en lo bizarro, proponiendo un camino que para un espectador desprevenido no es fácil de transitar, en una historia que discurre entre el surrealismo y el slapstick (citas a Laurel y Hardy en los personajes de los policías), mezclado con la antropofagia, el hiperrealismo y el delirio extremos. Lo desagradable y lo espeluznante campean a lo largo del film, en un pastiche que suma excesos.

La muerte ronda el lugar, la clase social a la que pertenecen los acomodados Van Peteghem los lleva a actuar como estatuas vivientes, con movimientos duros y desafectados, en abrazos y besos simulados. Los Brufort, fuera del mundo de las convenciones sociales, parecen haber salido del documental Tierra sin Pan (Las Hurdes, 1932), el terrible e inolvidable filme de Luis Buñuel sobre una de las tierras más pobres y olvidadas de España.

El camino de Dumont se aleja en tono y atmósfera de casi todo lo hecho anteriormente en filmes como La Humanidad (L’humanité, 1999) o Flandres (2006), acercándose a su miniserie de cuatro capítulos, P´tit Quinquin (2014). El director mezcla actores y actrices de trayectoria como Juliette Binoche, Valeria Bruni Tedeschi y Fabrice Luchini con actores no profesionales. Extraño es ver caras reconocidas caracterizadas en su costado más caricaturesco y patético. Juliette Binoche gana en la partida con un personaje que irrita más que provocarnos gracia. Mención aparte merecen los policías, meros observadores que pretenden investigar cuando las pruebas desfilan delante de sus narices, o que en el caso del más voluminoso de ellos solo puede rodar por las dunas como un tonel o hincharse hasta volar en el aire como un barrilete. La Bahía propone un disparatado viaje al absurdo, un filme que desde su superficie luminosa invita a adentrarse en los pliegues más oscuros de la condición humana.