Kubo y la búsqueda samurai

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

Laika, el estudio de animación responsable de maravillas en stop-motion como “Coraline y la Puerta Secreta” (Coraline, 2009), “ParaNorman” (ParaNorman, 2012) y “Los Boxtrolls” (The Boxtrolls, 2014), nos trae una nueva aventura llena de magia, acción, mística oriental y una historia familiar que nos va a tocar mucho más que esas dos cuerdas que se nombran en el título original. La traducción local es bastante desafortunada, pero no hay que perder de vista esta idea fundamental a la que se hace referencia y se va gestando a lo largo de un poco más de hora y media de película.

“Kubo y la Búsqueda Samurái” (Kubo and the Two Strings, 2016) no es conformista y, a pesar de estar dirigida a un público menudo, no se contiene a la hora de narrar los hechos más trágicos de la corta existencia de su protagonista. La vida de Kubo estuvo marcada desde su nacimiento, pero esto no lo desanima. Ahora es un nene que se dedica a contar historias fantásticas sobre un famoso guerrero samurái, mientras cuida a su madre y comparte sus pocos momentos de lucidez.

Pero Kubo tiene varios enemigos: su abuelo, Moon King, y las hermanas de su mamá, hechiceros poderosos que no descansarán hasta conseguir lo que más desean. Un tremendo enfrentamiento obliga al nene a darse a la fuga y tratar de encontrar las tres partes de una legendaria armadura que perteneció a Hanzo, su papá, único recurso para derrotar a sus más grandes antagonistas.

Kubo no está solo en esta cruzada, lo acompañan Monkey, un amuleto que cobró vida y se transformó en un sobreprotector simio parlanchín, y Beetle, un hombre-escarabajo, guerrero bajo las órdenes de Hanzo que fue hechizado por las hermanas y perdió gran parte de sus recuerdos. Los tres atravesaran peligros y aprenderán a convivir mientras juntan los tres elementos de la armadura y escapan de los malvados.

“Kubo y la Búsqueda Samurái” no se rige por la lógica. Toma muchísimos elementos del Japón antiguo, su iconografía y sus costumbres, y los mezcla con un abanico de posibilidades infinitas y fantásticas. Hay rituales, hay peleas con katana y mucho origami, un recurso que le cabe a la perfección a esta aventura en stop-motion. Visualmente, es impactante, y los papelitos doblados formando figuras no dejan de maravillar, aunque es la historia y sus protagonistas, lo que le otorgan el alma a este relato que habla de la vida, la muerte, familia, el destino y como lo vamos forjando paso a paso.

La película de Travis Knight, animador debutante tras las cámaras, tiene mucha acción, la cuota justa de humor irreverente (como su joven protagonista) y un toquecito de oscuridad que puede alejar a los más chiquitos, pero jamás los toma por idiotas.

Las imágenes y la música son hermosas y contundentes, al igual que su mensaje, uno que pega fuerte en cada fibra de nuestro niño interior y de nuestro adulto responsable, arrancando unos cuantos lagrimones por el camino.

“Kubo y la Búsqueda Samurái” es, sin dudas, una de las mejores películas del año. Lástima que esta historia tan profunda y original nos llega de la mano de personajes animados, protagonistas que, generalmente, no suelen tener el reconocimiento que se merecen entre los sesudos círculos de la crítica.