Kompromat: el expediente ruso

Crítica de Pablo De Vita - La Nación

Mathieu Roussel es el director de la Alianza Francesa en Irkutsk, una de las principales ciudades en Siberia, una figura influyente en la comunidad aunque deba desarrollar su trabajo en una sociedad bastante cerrada y profundamente tradicionalista. Algo de eso se pone de manifiesto cuando organiza un espectáculo coreográfico que presenta en escena un sutil juego homoerótico que deja bastantes butacas vacías.

De todo esto el espectador se entera luego de la primera aproximación que el film hace a la figura de Mathieu, cuando corre a través de un bosque y pasa a esa evocación de cinco meses atrás cuando aún no había sucedido la denuncia, el drama y la persecución que son la base de este relato hábilmente escrito por Jérôme Salle y Caryl Ferey. El título define los documentos, habitualmente fraguados, que suelen ser utilizados para destruir la reputación de alguien y que –de acuerdo a la narrativa presentada por Salle- son la resultante habitual de la manipulación inventada por los servicios secretos rusos. Eso le sucede a Mathieu con una denuncia que –de la mano del artículo 242 del Código Penal de la Federación de Rusia- lo deposita en la cárcel. Kompromat además plantea la corrupción policial, la manipulación de la Justicia y la ambigüedad política como elementos del debate contemporáneo que conviven con la trama en la cual Mathieu (un excelente Gilles Lellouche) intenta demostrar su inocencia para luego tomar otras determinaciones y además afirmar, incluso ante diplomáticos franceses, que no es un espía secreto.

Pero si algo intenta el film de Salle es situarse también en el debate de la “cultura de la cancelación”, mostrando sus aristas más oscuras y cómo la manipulación mediática de características totalitarias consigue hacer mella en el entendimiento social gracias al miedo y a la imposibilidad del derecho a réplica ¿Qué es lo inteligente de Kompromat? Que todos esos elementos son incluidos sutilmente en una trama de espionaje bien manejada y de creciente tensión. ¿Qué es lo que desdibuja ese perfil tan directo? Un relato que comienza con toques “hitchcockianos” pero que progresivamente incluye una historia romántica que no termina de conseguir el necesario verosímil pese a que el rostro del amor lo encarne la bella actriz polaca Joanna Kulig (Ida, Cold War), quien representa asimismo a una joven rusa que sufre los sistemas de control social basados en la mentira y la impunidad.

Dado el contexto mundial en el cual se estrena, y atendiendo a su leyenda “Inspirada muy libremente en hechos reales”, la película de Salle busca movilizar con su “impresión de realidad” pero resulta un contundente thriller muy bien contado, con un bien pormenorizado trabajo de las escenas de acción que funcionan como un mecanismo de relojería, si bien algunas son exclusivas de un cine muy lejos del verosímil desde el cual busca erigirse como relato. Kompromat propone y consigue entretener pero también dejar una reflexión sobre nuestra compleja contemporaneidad.