Kóblic

Crítica de Daniel Santos - La Voz del Interior

se pierde en el cruce de géneros y un guion elemental.

Lo mejor de Kóblic está en la sinopsis del filme y en lo que actores o el director contaron en la previa. Algo que la película misma no muestra ni transmite, apenas insinúa: un señor atormentado por su conciencia, que se negó a bajar la palanca del avión Hércules que piloteaba en los "vuelos de la muerte" –durante la última dictadura–, decide huir a un pueblo perdido en el interior.

Lo único verdadero es que no es una película sobre la dictadura: las razones de las angustias del personaje del capitán de la Armada Argentina Tomás Kóblic (Ricardo Darín) podrían haber sido otras. Nada hubiera cambiado demasiado en la trama si en lugar de los "vuelos de la muerte" la causa de los efectos hubiera sido diferente.

Kóblic es un poco lenta, pero sobre todo despareja: tiene una dupla actoral extraordinaria, con Darín y Oscar Martínez en la cima de sus carreras, pero nunca en el mano a mano dan pie con bola. No hay tensión ni clima, el guion no ayuda a sostener diálogos más allá de lo formal e inocuo, y el resto del elenco resta.

Vale un punto extra la caracterización de Martínez como el despreciable comisario de pueblo Valverde, aunque la maldad apenas se deje insinuar más por la imagen que por la construcción de un personaje complejo que ofrecía más recursos que los que finalmente tuvo.

En general, en Kóblic no están bien resueltas ninguna de las relaciones, tanto las que vienen de antaño como las nuevas: no son creíbles y son demasiado naif las separaciones, los enamoramientos, los engaños, las sospechas, los descubrimientos, las afinidades, las complicidades y las escenas de acción. Todo planteado con el apuro de 92 minutos mal administrados, con muchos momentos concentrados en la imagen introspectiva de Kóblic –que más que arrepentido por momentos parece arrepentido de haberse arrepentido–, y pocos para la acción, o la interacción de sus figuras.

La película de Sebastián Borensztein (La suerte está echada, Un cuento chino) es tan plana como el paisaje del campo en el que se sitúa la historia. Y así como a veces el tiempo parece detenido en algunos de esos lugares, la historia de Kóblic también, enredada en demasiados géneros.

El horizonte –muy bien lograda la ambientación de aquel pueblo en 1977, con detalles cuidados al máximo– es apenas una línea en el fondo, y no hay que esperar demasiadas sorpresas.

La expectativa por la llegada de un nuevo filme protagonizado por Darín y Martínez –con un Borensztein en la batuta, que volvía cinco años después– no queda satisfecha por un resultado débil que malgasta una buena idea sobre una trágica historia.