Jumanji: En la Selva

Crítica de Mariano Patrucco - EL LADO G

Jumanji: En la Selva aprovecha sus el carisma de su elenco y lo divertido de su premisa para entregar una graciosa aventura que se ríe de algunos estereotipos y clichés de videojuegos.

Quienes crecimos durante la década menemista apreciamos Jumanji (1995). Esta aventura familiar dirigida por Joe Johnston (Captain America: The First Avenger, 2011) nos contaba la historia de Alan Parrish (interpretado por Robin Williams, fallecido en 2014), un hombre que fue absorbido por un juego de tablero varias décadas atrás y tuvo que sobrevivir en una selva salvaje. Cuando unos niños encuentran el juego logran liberar a Alan de su prisión, pero muchas criaturas de la selva y un temible cazador escapan al mundo real.

El estudio decidió no correr riesgos a la hora de meterse con un material muy valorado por tanta gente y decidieron jugar a lo seguro: no hacer una remake de Jumanji, sino un reboot. Una nueva historia dentro del mismo universo. Para la tarea confiaron en un director con un prontuario… cuestionable como Jake Kasdan (Bad Teacher 2011, Sex Tape 2014) y cambiaron el concepto de un juego de mesa que atrapa a sus jugadores por una vieja consola de juegos. Y sorprendentemente funciona.

Spencer (Alex Wolff), Fridge (Darius Blain), Bethany (Madison Iseman) y Martha (Morgan Turner) son adolescentes arquetípicos que por distintos motivos coinciden en detención. Mientras limpian un cuarto lleno de objetos descubren un videojuego para cuatro jugadores llamado Jumanji. Tras elegir a sus personajes ellos son succionados dentro del juego y se ven transformados en los avatares de sus personajes: El cobarde Spencer se convierte en un valiente e invencible aventurero (Dwayne Johnson), la sexy y superficial Bethany tiene que acostumbrarse a vivir dentro del obeso cuerpo de un profesor sabelotodo (Jack Black), el atlético y fuerte Fridge es un pequeño y débil zoólogo (Kevin Hart) y la tímida Martha debe habitar el cuerpo de una fuerte —y escasamente vestida— guerrera (Karen Gillan).
Juntos deberán combinar las habilidades de sus personajes para avanzar a lo largo de los distintos niveles, recuperar un Macguffin que cayó en manos del villano del juego (Bobby Cannavale) y escapar de la consola, pero si llegan a perder sus tres vidas podrían no salir vivos de Jumanji.

Jumanji: En la Selva no es una película perfecta (de hecho, está bastante lejos de serlo), pero sin embargo es un entretenimiento pasatista muy divertido para toda la familia. Lejos de la habitual horripilancia de las películas basadas en videojuegos, Jumanji es un film sobre los videojuegos. Constantemente a lo largo de la película vemos como los personajes destacan o se burlan de ciertas mecánicas inherentes al funcionamiento de los juegos (un mapa que se revela a medida que van explorando, NPCs que hablan en loops constantes y solo interactúan con ciertos personajes, cinemáticas para explicar el trasfondo del villano de turno, menús de habilidades, etc) y como también la película se ríe de los estereotipos habituales en los fichines.

No es casual que el joven flacucho y cobarde sea un aventurero de físico imponente o que la adolescente popular deba acostumbrarse a ser un hombre gordo. La película juega con las personalidades estereotipadas de los chicos y los obliga a salir de su zona de confort al ponerlos en la piel de personajes completamente opuestos a lo que ellos son en el mundo real. Esto de pie a situaciones hilarantes como Jack Black comportándose como una adolescente caprichosa y Dwayne Johnson intentando no llorar y mantener la compostura en los momentos de crisis.

La calidad del trabajo de CGI no termina de convencer por momentos (hay algunas escenas que están DEMASIADO cargadas de efectos digitales y se nota bastante falso) y los espectadores atentos encontrarán algunas referencias al film original. Con un fuerte hincapié en las situaciones cómicas, sabiendo como abrazar el ridículo de su propuesta y un elenco super carismático, Jumanji: En la Selva termina redondeando un espectáculo bastante entretenido que se deja ver.