Joy: el nombre del éxito

Crítica de Alejandro Páez - Madzine

Joy: el nombre del éxito, es un film semi biográfico sobre una mujer que inventa un modelo de trapeador que puede limpiarse con facilidad, lo inventa como resultado de una serie de experiencias y situaciones en su vida, verán, la vida de Joy no era feliz, su madre había abandonado la vida social para alienarse frente al televisor, su ex-marido nunca asumió la responsabilidad de la carga familiar y no se había mudado de su casa luego de divorciados, su padre y su hermanastra conspiraban en contra de ella y sus ideas, la única quien motivaba a Joy a buscar más en la vida era su abuela, pero desde el lugar terrible de la expectativa, constantemente le sumaba la presión de ser exitosa, la presión de ser feliz, la presión de la promesa infinita de una vida mejor.

Bueno, sucede con Joy que inventa un trapeador, uno con ciertas ventajas, se estruja solo y la cabeza de algodón es lavable, pero comercializar un producto no es lo mismo que crearlo, y si Joy pensaba que la vida familiar la hacía miserable no tenía ni idea que el mercado es un lugar mucho más descorazonado, y es allí donde la película comienza, me gusta describir el momento del film que es anterior al punto de inflexión del segundo acto, porque es el momento donde todo empeora, por supuesto nosotros ya estamos al tanto del estilo cómico de David O. Russell así que podemos sufrir con el personaje Jennifer Lawrence todo lo que deseemos sabiendo que al final siempre hay recompensa.

Es importante para una crítica útil de Joy: el nombre del éxito que mencionemos las tendencias de Russell en la construcción narrativa pues es un realizador que se repite mucho y de forma grosera, como por ejemplo la eterna repetición de la pareja Lawrence-Cooper, quienes poseen en pantalla una química gustable pero un poco estropeada por el uso, sin embargo hay pequeños descubrimientos, ciertas composición de la imagen acertadas, como la demora de la presentación de los personajes, o la obstrucción deliberada de los personajes secundarios, también hay metáforas afortunadas, las escenas de las armas como la cima de la determinación empresarial por ejemplo.

Un film que no trasciende puede ser un film digno, este es el caso Joy: el nombre del éxito, una historia tierna y por momentos perturbadora, que nos recuerda que debemos seguir luchando, que los fracasos no son determinantes y que la vida es larga, tanto en victorias como en frustraciones.