Jobs

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

El i-vangelio según Hollywood

Probablemente Steve Jobs nunca se vio al espejo tan bonito como Ashton Kutcher. Probablemente sus fans sí y la elección de Kutcher los complazca. Lo único seguro es que Kutcher entrega una de sus mejores actuaciones en este film, mientras el film resulta una pálida recreación de alguien que transformó las comunicaciones en la era digital. Lejos del ritmo vertiginoso de Red social (la biopic sobre Mark Zuckerberg es un punto de referencia inevitable), la primera parte de Jobs resulta un racconto de sus años hippies en California, el abandono de los estudios y su viaje a la India. La narración se vuelve interesante cuando afloja lo estrictamente biográfico y muestra a un Jobs volado, que toma ácido y sueña con un campo de trigo en donde visualiza el futuro: un mundo global, interconectado. El encuentro con Steve “Woz” Wozniak (Josh Gad), sus trabajos conjuntos en el garaje de los Jobs en Silicon Valley (el Monte Sinaí de la religión informática), la tarde en que Woz sugirió conectar un televisor a una computadora (y así, voilà!, nació la PC), la creación de Apple y el posterior enriquecimiento de Jobs son un período crucial que la película retrata bien, al punto de recordarnos cómo esas reuniones informales, domésticas, cambiaron el curso de nuestras vidas. El resto de Jobs (su expulsión de Apple, tramada por el tristemente célebre CEO John Sculley; su regreso triunfal y la presentación del iPod, con la cual cierra la historia) son escenas que se hilvanan con el mero fin de cerrar la narración. Para los muchos fans de Apple que queden con gusto a poco, sepan que, al menos, Sony prepara una nueva biopic supervisada por el mismísimo Steve Wozniak.