Inframundo: El despertar

Crítica de Carlos Schilling - La Voz del Interior

La sangre es bella

¿Quién hubiera dicho en 2003 que la vampiro humana encarnada por Kate Beckinsale iba a protagonizar cuatro películas? La actriz inglesa parecía diseñada para otros papeles y sólo su matrimonio con el director y creador de la saga Inframundo, Len Wiseman, podía explicar su incursión en un género popular y macabro.

Lo cierto es que nueve años después, nada identifica mejor a la actriz que su personaje de Selene, esa mujer de fríos ojos azules y body de cuero negro que no parpadea cuando elimina lobos, humanos o híbridos con un revólver metralleta en cada mano.

Ella e Inframundo son la misma cosa y si bien los montos de las recaudaciones impiden catalogarla entre las sagas más exitosas de la década, su supervivencia como serial le alcanza para aspirar a la categoría de leyenda de rápido consumo de la cultura pop. La ola de identificación adolescente con los vampiros les permitió incluso a los guionistas sacarse de encima la responsabilidad de que Selene no mate seres humanos.

¿Qué trae de nuevo Inframundo 4? No mucho, salvo un nivel superior de dificultad en los enemigos, algo obvio si se tiene en cuenta que la lógica del desarrollo de estos productos es similar al de los videojuegos. Ahora los hombres lobos, luego de estar al borde de la extinción, y gracias a experimentos clandestinos en laboratorios del Estado, son más grandes, más fuertes y más resistentes a la balas de plata.

La otra novedad es que Selene estuvo congelada durante 12 años y cuando despierta descubre que tiene una hija de 12 años, una criatura híbrida evolucionada, a la que debe defender porque el futuro de la especie depende de ella. La violencia espectacular puesta en acción para ese propósito hace de la película una descarga constante de adrenalina visual.