Incendies

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

Fuegos cruzados

El cuarto opus de Denis Villeneuve no aborda sólo el cruento enfrentamiento entre cristianos y musulmanes: los fuegos cruzados de Incendies también se dan entre registros antagónicos (naturalismo y pastiche, drama y thriller, denuncia política y fabulación rocambolesca) que el filme atraviesa con seguridad, más allá de algunos deslices cuestionables: ¿Hacía falta mostrar la ejecución de una niña para luego hacer sonar una canción de Radiohead? ¿Puede una exhibición tan explícita de la “violencia” convivir con una impronta esteticista y contemplativa?

El argumento de la película es embrollado, y allí yace su secreto: una madre libanesa le deja a sus dos hijos canadienses un testamento con dos cartas, una para un supuesto padre de ellos y otra para un hermano desconocido a los que ambos jóvenes, un chico y una chica, deberán rastrear por los terrenos de Medio Oriente. A la vez, la historia va y viene en el tiempo desplazando las andanzas paralelas de la madre en el pasado y las de la hija en el presente, a la vez que se van desentrañando secretos devastadores, revelaciones dignas de una telenovela.

Pero la audacia del director canadiense estriba en su capacidad para evadir los golpes bajos, haciendo del drama un auténtico drama (más bien una tragedia, y griega, ya que el mito de Edipo está a la vuelta de la esquina), aunque el espíritu rector sea el del thriller: así, a pesar de que la lectura más superficial del filme es la espiral de sangre causada por una guerra irresoluble y su influencia en los lazos humanos (“hay que romper el hilo de la ira”, se escucha por ahí), Incendies no es un filme “político”: el plano frontal que muestra a la madre Nawal (Lubna Azabal) disparando contra un líder cristiano devela un ánimo exploitation más cercano a los collages frenéticos de Olivier Assayas que a la reflexión sentida de Atom Egoyan.

Ante todo, Incendies supone una máquina narrativa, una ametralladora episódica que resuena seca y llana como los desiertos que convoca; y todo gracias a un guión infalible al que sólo su aire ambiguo obliga a reprobar algunos excesos, un puñado de incendios que mejor cabría apagar.