Huellas

Crítica de Horacio Bernades - Página 12

Ríos de la memoria familiar

A la vez drama de disfuncionalidad, thriller y film de aventuras, el documental de Miguel Colombo sigue la traza esquiva del abuelo italiano del realizador, que durante la Segunda Guerra Mundial pudo haber sido partisano o espía nazi.

Primer film en solitario de Miguel Colombo –codirector junto a Marcos Pastor de la premiada El rastrojero, historias de la Argentina potencia (Bafici 2006)–, Huellas es uno de los documentales recientes que más claramente expresa una de las tendencias dominantes de ese campo en la actualidad: la de tomar del alicaído cine de ficción el relevo de la función narrativa. Lo es junto con El Impenetrable, otra de las grandes películas argentinas del año. Como el film de Daniele Incalcaterra, Huellas es también un documental en primera persona, con el realizador remontando el río de la memoria familiar (la montaña, en este caso; el matorral, en el de El Impenetrable), para terminar dándose de cara contra el siniestro del que hablaba Freud. Como El Impenetrable también, Huellas no sólo es un documental narrativo sino, más específicamente, un film de género. De géneros: drama de disfuncionalidad familiar, film de aventuras, relato de autoconocimiento, cuento de iniciación, thriller con enigmas a resolver, road movie y, en buena medida, western.

¿Es entonces Huellas una operación de cine retro, en tanto regresa a un formato tan tradicional como el género? En lo más mínimo, ya que lo que hace es combinar los códigos de género, mezclarlos, reubicarlos, recurrir a ellos cuando lo necesita. Como por otra parte se trata de un film “de lo real”, de por sí la recurrencia al género es disruptiva, en tanto aquél está asociado, por definición, al cine de ficción. Film de guión sistemáticamente estructurado y sofisticada puesta en escena, Huellas comienza con el realizador poniendo la lupa sobre la figura que más le llama la atención en una diapositiva. Imagen que expresa, de modo hipercondensado, lo que Colombo va a hacer a lo largo de una hora y media. Pero además en un momento la luz incide sobre la lupa de tal modo que genera un fogonazo y una distorsión: tampoco se trata de meras contingencias visuales.

Ludovico De Grandi, abuelo de Colombo por vía materna, es (fue, pero sigue siendo) todo un personaje. También uno de los inmigrantes que durante el siglo pasado contribuyeron a construir la nación. Pero hay un misterio en él. O varios. Amante de las armas y las mujeres, la historia de Vico durante la Segunda Guerra no termina de cerrarle al nieto. El hombre habría sido soldado del ejército de Mussolini, pero en determinado momento habría desertado, convirtiéndose en partisano. Sin embargo, entre sus recuerdos guarda, además de las armas, una esvástica: primer secreto a develar. Por otra parte, cinco tíos de Colombo no son hermanos directos de su madre, producto no de un segundo matrimonio del abuelo (ya en el noroeste argentino, donde se afincó bastante después del fin de la guerra), sino de su amancebamiento y vida en común con la mucama. Vida en común que hasta determinado momento mantuvo oculta a su esposa, manteniendo dos familias en paralelo.

Pero no son ésos los únicos datos que no cierran: Miguel Colombo tiene dos hermanos mayores, de cuya existencia se enteró a los 17 años. ¿Por qué la madre se guardó el dato hasta ese momento? Hay un último secreto familiar, última capa de la cebolla que Huellas pela con admirable timing y dosificación, a medida que se interna en el laberinto. Secreto que es el más siniestro de todos. Por más que viaje hacia lo siniestro, Colombo lo hace con una distancia que le permite mantener a un género por completo fuera del relato: el melodrama. Al menos en términos de tono y registro, porque en sentido argumental aquí subyace, más que un melodrama, un sórdido culebrón ítalo-latinoamericano. El viaje en primera persona comienza en Buenos Aires, se traslada al Piamonte italiano y vuelve finalmente a América, internándose primero en el bosque que separa Santiago del Estero de Tucumán y luego en el seco arenal tucumano, bajo cuyo sol de western termina de develarse, en off, aquel melodrama de tira semanal mexicana.

Como Colombo es consciente del peligro de que el relato derrape, confronta, no sin lirismo visual, el diario personal del abuelo Vico con las imágenes de western mineral primero, contra las de unos tizones ardiendo en una chimenea más tarde. El cine contemporáneo perdió sentido, intensidad, capacidad visual, narrativa y de construcción de personajes, savoir faire. El cine de ficción contemporáneo, mejor dicho (ver crítica de El hobbit). Huellas es una de las pruebas más rotundas de que en el documental sucede exacta, matemáticamente lo contrario.