Hogar abierto

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Los chicos de la calle generalmente terminan mal, al mendigar y dormir donde pueden, con el aditamento de ingresar al ámbito de la drogadicción, prostitución y delincuencia del que no pueden salir con facilidad.

Pero eéte documental no trata una vez más sobre estos casos, sino que el director Fredy Grunberg rescata tres historias particulares que las unifica con un claro mensaje: si se quiere, se puede.

Emanuel Mercado, Andrés Montes de Oca y Rodolfo Brizuela son los claros ejemplos de resiliencia que tiene una persona cuando las circunstancias ofrecen una mínima chance de cambiar su vida.

Ellos relatan en primera persona lo que sufrieron durante su infancia, lo duro que resultó el desamparo o la violencia parental. Cada uno recaló en hogares de tránsito donde se criaron y mejoraron su realidad. Incluso Brizuela fue derivado a la casa de sus tíos en La Rioja, y allí pudo estudiar, se convirtió en Juez y es conductor de un programa de radio.

La cámara acompaña a los entrevistados a sus ámbitos para mostrar que hacen, cómo viven actualmente, mientras cuentan con emoción de donde salieron y a donde llegaron, sin haberse desviado del camino, porque desde pequeños sabían fehacientemente que lo que estaban transitando era momentáneo, no pensaban resignarse y tuvieron la suerte de encontrar a los tutores justos para que los guíen y aconsejen bien.

El realizador recurre a viejos programas de televisión en los que curiosamente estuvieron registradas las personas involucradas, y, además entrevista a gente que acompañó el crecimiento de ellos.

La estética es televisiva, no hay originalidad en la construcción final del film. Lo más noble del relato es poder observar como tres nenes a la deriva encaminaron sus rumbos, torcieron el destino y, desde otro lugar, mucho más digno, la siguen peleando.