Historias que sólo existen al ser recordadas

Crítica de Nicolás Manca - El Espectador Avezado

En un pueblo donde el tiempo no pasa y donde la gente se olvida de morir, donde se pueden contar los habitantes con los dedos de las manos y donde pareciese que cada día se fundiese en el siguiente, transcurre esta interesante historia. Madalena (Sonia Guedes), la encargada de hacer el pan para todo el poblado, tiene una vida extremadamente rutinaria y nostálgica, un día se presenta de la nada una joven llamada Rita (Lisa Fávero), que no se sabe ni de dónde vino, ni hacia dónde va.
Rita es una fotógrafa que al parecer está escapando del mundo, silenciosa, observadora y discreta, en un principio es recibida con cierta reticencia y escepticismo, pero con el tiempo logrará que los diferentes habitantes se vayan abriendo, cuenten sus historias y se dejen fotografiar.
Y no es un punto menor el aspecto de las fotografías ya que las que toma, algunas con métodos rudimentarios, otras con una cámara de este milenio, no solo son de una belleza impresionante, sino que también poseen relevancia narrativa.
La fotografía del film, me refiero a la cinematografía en este caso, es impresionante cuando menos. Debido a que el pueblo no poseía luz eléctrica, Lucio Bonelli (director de fotografía) decidió trabajar sin ninguna fuente de luz artificial mientras filmaba, y el resultado es la más simple y pura magnificencia. Durante la noche tenemos planos con gran contraste donde solo se ve las proximidades a la fuente de luz, y por el día podemos apreciar la paleta de colores de un pueblo abandonado en el medio de la frondosa selva amazónica.
El manejo de la cámara, con pocos movimientos, planos estáticos y largos, alternados con ciertos momentos de cámara en mano, también es un acierto importante, que contribuye a generar la sensación de rutina, de que poco sucede, de que lo que sucedió este día no difiere en nada a lo que sucedió al día anterior, y al anterior y al …
La música colabora con el desarrollo de la atmósfera de un pueblo abandonado en el tiempo y el espacio, y excepto por la escena donde vemos a Rita bailar al ritmo del poderoso riff de “Take me out” de Franz Ferdinand , mientras lo escucha en su ipod, solo escuchamos música de tiempos pasados y lugares lejanos.
En su ópera prima Julia Murat (directora), nos logra exponer de manera impresionante las desesperanzas de los habitantes de un pequeño pueblo que tuvo sus mejores días, quienes simplemente se conforman con su vida conocida, y viven sin soñar, o por lo menos sin exponer que sueñan con poder modificar sus destinos.
Durante los 98 minutos que dura el film nos transportamos a ese pueblo, vivimos la historia que nos están contando, nos olvidamos del mundo en que vivimos cada uno de nosotros, para vivir en este poblado, y disfrutamos este viaje hacia el medio de la nada, y hacia las diferentes personas que aparecen en este relato.
Una obra maestra de pies a cabeza, y una directora a la cual le voy a seguir el rastro. Si les gusta el “cine arte”, este es un film para ustedes