Hermanitos del fin del mundo

Crítica de Adriana Schettini - Clarín

Topa y Muni, exceso de lugares comunes

El dúo televisivo hace agua en la pantalla grande.

La dupla conformada por Topa (Diego Topa) y Muni (Mariana Seligmann), que conduce La casa de Disney Junior en dicha señal, logró conquistar a los niños. Como suele ocurrir con los éxitos televisivos infantiles, en época de vacaciones de invierno, se busca aprovechar la buena racha en el teatro y el cine. Tal el caso de Topa y Muni, que tienen una obra teatral en cartel y hoy estrenan Los hermanitos del fin del mundo . Mientras que en el escenario, con dirección de Ariel Del Masttro, siguen los grandes lineamientos del ciclo de TV, y salen airosos, en el filme, hacen agua.

El guión narra una historia carente de originalidad y cargada de lugares comunes: un hogar de huérfanos, ubicado en Ushuaia, está en riesgo de desalojo. El profesor de música Pato (Topa) y la Cocinera (Pirucha) se desviven por evitarlo, y alientan a los chicos a trabajar para lograrlo. A su vez, esa comunidad educativa vive fascinada por la banda musical La pandilla de Sol, surgida de un reality show, y sueña con emular sus pasos. Allí, la excusa para incluir canciones y coreografías (por demás discretas). Y la ubicación geográfica del hogar, la ocasión de mechar bellas imágenes de escenarios naturales.

Las actuaciones de Topa y Muni y la del grupo de niños que interpretan a los alumnos se balancean entre la inexpresividad y la sobreactuación. En ese aspecto, la excepción es Norma Pons: espléndida en su composición de una malvada de caricatura, una suerte de Cruela De Vil desopilante.

Con profusión de colores encendidos, calzas, leggins, sombreros y vestidos estampados, el vestuario parece subrayar la intención del filme de enmarcarse en las ya transitadas ficciones de estudiantinas contemporáneas con inquietudes musicales.

El filme, que presenta a Topa y Muni en roles diferentes de los que tienen en la TV, no consigue que resulten verosímiles en sus personajes de Pato y Pirucha.