Guerra Mundial Z

Crítica de Carlos Schilling - La Voz del Interior

La humanidad necesita anticuerpos

"La naturaleza es una asesina serial". Esas palabras salen de la boca de un científico que debe hallar un anticuerpo para el virus que está convirtiendo a la humanidad en una multitud de zombis hambrientos y desesperados. Si no es el único, es el mejor parlamento de Guerra Mundial Z y dice todo lo que puede decirse sobre la ideología de la infección que domina esta película, protagonizada y financiada por Brad Pitt.

En una época en la que el ambientalismo, la ecología y los dibujos animados parecen haber conjurado definitivamente el sentimiento de pánico y de bruta fatalidad que acompaña a cualquier fenómeno natural, no deja de ser un ejemplo de libertad creativa que alguien se le ocurra asociar una terrible epidemia con una conducta típica de la naturaleza.

Se trata de una idea poderosa, porque es la la clave del argumento, y de su núcleo surgirá lo más importante de la acción: el sentido de las peripecias de un hombre que tiene la misma misión que una larga lista de héroes de Hollywood: salvar al mundo. Sin ese concepto inicial, Guerra Mundial Z no sería nada más que una fómula en cuya ecuación ya fueron despejadas todas las incógnitas.

Pero antes de que el científico pronuncie esas palabras oraculares, hay un planteo inicial que nos muestra a una familia norteamericana en un día común: padre, madre y tres hijas. Esas primeras escenas esquemáticas van a adquirir significado minutos después cuando todo se altere y la Nueva York que atraviesan en su 4x4 se convierta en un pandemonio de corridas, explosiones y canibalismo. Gerry Lane, el personaje de Brad Pitt, no es un tipo cualquiera, no, es un exintegrante de la ONU, un potencial salvador de la humanidad, y el hecho de que sea al mismo tiempo un papá preocupado por su mujer y sus niñas tendrá consecuencias en las aventuras que va a vivir desde ese momento.

Gracias a que los organismos internacionales lo necesitan, le permiten que su familia, más un niño latino –pegado a la historia como una calcomanía a favor de la tolerancia racial–, se queden en el portaaviones del comando que desde el océano Atlántico coordina las acciones para combatir a los zombis. La lógica de la guerra se mete así en el cuerpo de Gerry a través de su punto más sensible: el amor paternal y conyugal. La película dará cuenta de ese sentimiento intercalando en la acción algunas breves escenas en el portaaviones y mediante la comunicación vía celular entre Gerry y su esposa.

Respetando hasta la última coma el manual de la narración clásica, Guerra Mundial Z consigue combinar en sus imágenes la magnitud planetaria y multitudinaria de la enfermedad con la presencia de un héroe que, encarnado por Brad Pitt, parece hacer equilibrio entre la santidad y la omnipotencia sin dejar se mostrarse tan humano como puede ser el más lindo de los humanos.