Guerra de papás 2

Crítica de Elena Marina D'Aquila - Cinemarama

Pesadilla antes de Navidad

La vuelta de la dupla Ferrell-Wahlberg siempre es garantía de efectividad. Incluso si el resultado no resulta una obra maestra de la comedia, sigue siendo mejor que varios de los estrenos que llegan a nuestra cartelera. Guerra de papás 2 parece una película diseñada exclusivamente para el lucimiento de un Mel Gibson desatado, que llega para romper el equilibrio que tanto les había costado conseguir en Guerra de papás a Ruty, macho alfa y padre biológico de dos niños junto a Sara (Linda Cardelini), y a Brad, el padrastro buenazo y políticamente correcto interpretado por Will Ferrell.

El problema es la poca imaginación de la secuela a la hora de explotar las posibilidades humorísticas de semejantes comediantes. La película no se anima a ir más allá de las limitaciones del género de comedia navideña multitarget y apuesta a lo seguro, alejándose de la anarquía y de la catarata de chistes de todo tipo que contenía la primera. No hay nada de malo en eso, pero tampoco nada demasiado bueno. La fórmula, que había funcionado tan bien hace dos años, se resiente: los momentos emotivos que resultaban genuinos ahora se sienten forzados –el cariño exacerbado entre Brad y su padre, la escena del stand up que saca ciertas verdades a la luz–, algunos chistes se ven venir a kilómetros, y otros se reiteran sin éxito ninguna de las veces, como el de la nueva novia de Rusty –interpretada por Alejandra Ambrosio, en un personaje que no tiene ninguna relevancia dramática–, que supuestamente escribe comentarios negativos sobre los integrantes de la familia en una suerte de libreta-diario íntimo.

La química entre Ferrell y Wahlberg sigue intacta, aunque desperdiciada –bastante limitados, quizás, por el formato navideño- y lo que podía ser puro descontrol, sobre todo con la presencia de Mel Gibson, capaz de generar carcajadas con su sola presencia en pantalla, se diluye en un control menos eficiente del timing (que Anders había manejado con éxito en Guerra de papás).

Aún con sus falencias, y gracias a sus protagonistas, Guerra de papás 2 se las ingenia para salir a flote con algunas escenas maravillosas como la de la niña que caza pavos con el abuelo Mel, o la secuencia final con ecos de un espíritu sandlereano de los noventa.