Gigantes de acero

Crítica de V. De Grossi - Cine & Medios

El corazón (detrás) de la máquina

Charlie (Hugh Jackman) es un boxeador. O solía serlo, hasta que las peleas dejaron de ser cosa de humanos y se convirtieron en territorio de robots. Ahora, es una especie de entrenador de máquinas de luchar, aunque sin suerte. Se podría decir que a fuerza de desengaños y del puro trato con la chatarra (humana y robótica), Charlie ha perdido parte de su humanidad. Por eso no es de extrañarse que un hecho absolutamente demoledor en lo emotivo, como la irrupción de un hijo al que abandonó sin más y que acaba de quedarse huérfano de madre, signifique apenas la posibilidad de un nuevo negocio para él.
Lo que Charlie no espera es que Max (Dakota Goyo) tiene más de él de lo que esperaba. Del Charlie que supo ser, el que enfrentaba a los mejores adversarios en el ring cuando el boxeo como lo conocíamos llegó a su fin. Obstinado y noble, Max guía a su padre a pura intuición hacia el robot que puede cambiarles la existencia: Atom, un sparring abandonado por inservible en medio de un lodazal. En medio de luchas épicas que tienen muy poco que envidiarle a la parafernálica "Transformers", crece una historia de profunda humanidad que es el verdadero sustento de esta película, un hallazgo inesperado en la casi siempre previsible cola de los blockbusters.
Como exponente del cine de entretenimiento al que acostumbran Spielberg y Zemeckis (aquí productores ejecutivos del filme), "Gigantes de acero" es uno de los mayores aciertos de este dúo en los últimos tiempos. Cumple en su cadencia fílmica, en sus premisas de entretener sin golpes bajos. Shawn Levy (responsable de "Una noche en el museo", pero también de su lamentable secuela y de la remake de "La Pantera Rosa") se resarce como director y puede sacar adelante sin tropiezos un buen exponente del cine de acción y ciencia ficción.
Sí, es menester decirlo: no hay guiño ni homenaje al "Rocky" de Stallone, sino una muy obvia referencia en todos los niveles. Por momentos el relato pierde potencia y si bien Jackman es un actor convincente en este tipo de roles, no es el tosco y cuasi arrabalero Balboa, sino una especie de reo "cool", estereotipado, que va encontrando el tono a medida que la historia progresa. Le acompañan en su justa medida sus dos pilares, Dakota Goyo y Evangeline Lilly, un poco de sensibilidad en medio de tanta ingeniería mecánica. Para ir a entretenerse sin pretensiones y salir más que satisfecho.