Fulboy

Crítica de Diego Papic - La Agenda

Mucho tiqui tiqui

Fulboy es un documental sobre la intimidad de un equipo de fútbol del ascenso que navega entre el homoerotismo y el retrato más convencional.

Justo en estos días en los que el periodismo deportivo y su relación con los futbolistas está en el tapete, viene a estrenarse Fulboy, el documental de Martín Farina sobre la intimidad de un plantel de fútbol del ascenso (Platense, en este caso). No es que la película tenga mucho que ver con el deporte, pero sin dudas reflexiona (o nos hace reflexionar) sobre el discurso de los jugadores, esa especie de género en sí mismo repleto de lugares comunes, entonaciones que parecen ensayadas y no mucho contenido.

Farina es hermano de Tomás Farina, uno de los jugadores del plantel, y como tal pudo convencer al resto de tener acceso a la intimidad de la concentración, a las charlas, las duchas, los masajes, los mates y los juegos de cartas. Farina es, además, el codirector de Taekwondo, la película de Marco Berger -que en Fulboy se desempeña como montajista y productor- que también retrataba, aunque de manera ficcional, la intimidad de un grupo de hombres.

Hay algo más de Taekwondo en Fulboy: el homoerotismo y el regodeo en los cuerpos masculinos, pero aunque el diseño del afiche y la presencia de Berger en los títulos hacía pensar a priori que ese sería el eje, lo cierto es que Fulboy intenta ser un poco más convencional. Es una pena, porque el planteo era audaz: la homosexualidad -y la homofobia- en el fútbol son cuestiones que sí se alejan de cualquier entrevista a lo Tití Fernández.

En cambio, lo más interesante acá es cuando Martín Farina se hace presente en el diálogo con los jugadores, y entre todos reflexionan sobre la “verdad” de lo que se está contando. El discurso del director choca con el de los jugadores, aunque ellos intuyen con cierta perspicacia todo lo referente a la construcción de realidad de los documentales. “Vos me grabaste tomando una cerveza, pero es la única cerveza que tomé, y así parece que siempre tomo cerveza”, dice uno, explicando con una sencillez digna de Alejandro Fantino de qué se trata esto de los documentales, y cómo manipulan la realidad.

Más allá de estos chispazos que capturan el interés, a Fulboy le falta un eje claro. ¿Homoerotismo a la Berger? ¿Meta-documental? ¿Periodismo deportivo intimista? Es un poco de todo eso, pero al final no termina siendo nada. Al talento de Farina con la cámara, que funciona muy bien como extensión de su mirada, y con el montaje le faltó determinación para llevar su película a destino, o para ponerlo en términos futbolísitcos, Fulboy tiene mucho tiqui tiqui y pocos goles.