Frankenweenie

Crítica de Ximena Brennan - EscribiendoCine

Con gustito dulce

Mal que le pese a muchos, hay que reconocer que la filmografía de un realizador como Tim Burton tiene una mística fascinante, sea cual fuera el tema que toque. Frankenweenie (2012) se presenta limpia, mágica, sin errores, como si la historia nunca hubiera sido contada, tocada o retocada. Una versión de Frankenstein aniñada e inmaculada con homenajes y reminiscencias a otras películas, incluso las propias.

Victor Frankenstein (Charlie Tahan) es un niño un poco científico y bastante gótico que atraviesa una de las peores tragedias por las que puede pasar un chico: la muerte de su mascota. Su relación con su perro Sparky era tan estrecha que en medio de la desesperación decide regresarlo a la vida en su pequeño laboratorio. Mediante los conocimientos en ciencias que adquirió en la escuela, lleva a cabo el experimento con éxito, pero nadie debe enterarse. El problema surge cuando su secreto se descubre y es revelado a sus compañeros.

Fiel al corto del mismo nombre que el propio Burton creó para Disney en 1984, esta nueva lectura del monstruo de Frankenstein es un gran combo: el homenaje a El joven manos de tijera (Edward Scissorhands, 1990); el recuerdo de su tan querido ídolo Vincent Price a través del Dr. Rzykruski en la voz de Martin Landau, actor con quien ya trabajó anteriormente en Ed Wood (1994) y la recreación de su pueblo natal; las clásicas marcas burtonianas. Son visibles además las reminiscencias a películas como El hombre lobo (1935), La Momia (The Mummy, 1932) y el Drácula de 1958 interpretado por Christopher Lee .

De la misma manera que Victor reanima a su perro muerto, Burton revive uno de sus primeros cortometrajes pero esta vez en stop-motion, aunque conservando los colores blanco y negro. Aquella película que en su momento a la gente de Disney le pareció muy oscura, sale de su “ataúd” para reivindicarse a si misma y también a su creador, luego de la ambigüedad de Sombras Tenebrosas (Dark Shadows, 2012).

Con una banda sonora excepcional a cargo de Danny Elfman y personajes de rasgos tétricos, el film combina a la perfección una trama escalofriante con características tiernas y emotivas, el balance justo para que pueda ser visto por buena parte de la audiencia infantil.

Burton, en esta ocasión, no tiene necesidad de recurrir al morbo de la sangre o la muerte física y visible para contar los hechos. Aquí su estética es más simbólica y todo se sabe y entiende, pero lo realmente mágico es poder ver a un creador en estado puro, aun aniñado, que rescata sus orígenes sin intenciones de disgustar a nadie, porque- hay que admitirlo- esta es una producción más bien comercial, alejada de la ya mencionada Ed Wood o de otra como La gran aventura de Pee-wee (Pee-wee's Big Adventure, 1985), pero sigue siendo fiel a su estilo de autor, aquel que sumerge al espectador en los mundos fantásticos de sus “hijos” freaks.

Frankenweenie, otra obra maestra que seguramente no será tomada como tal por el gran público, es una película no dramática que le imprime el humor y a veces la sátira a personajes más que detestables. Un viaje hacia el mundo de lo fantástico y los sueños con final feliz (un rasgo atípico en la filmografía de Burton). Graciosa, tierna y muy impregnada del maravilloso mundo de Disney: la familia unida, la casa segura y las historias que desbordan amor. Quizá por esto haya sido finalmente aceptada por la gran corporación.