Francofonía

Crítica de Diego Papic - La Agenda

Sinfonía en el museo

Francofonía es una compleja y fascinante película sobre el Louvre bajo la ocupación nazi, mezcla de documental y ensayo cinematográfico.

La historia es fascinante y verdaderamente ocurrió. Durante la ocupación nazi de París, el Conde Franz Wolff-Metternich fue nombrado por Hitler para ocuparse de los tesoros del Louvre. Jacques Jaujard era el director del emblemático museo, y los dos hombres, en cierto punto rivales, se vieron obligados a convivir y trabajar juntos. El amor por el arte pudo más, y pronto Wolff-Metternich fue desplazado de su cargo.

En esa fábula de nacionalismo y pasiones resuenan temas universales como el arte, la guerra y la Historia, y en manos de cualquier director más o menos competente habría sido el origen de una película histórica atractiva al estilo Taking Sides (István Szabó, 2001), pero en manos del ruso Aleksandr Sokurov se transforma en una ambiciosa mezcla de ensayo cinematográfico, documental y reflexión filosófica acerca de la relación entre arte y Estado, entre el poder y la pasión.

Hay varias líneas narrativas en Francofonia y el todo es más que la suma de las partes. Como en una sinfonía en la que si dejamos sólo el oboe se oye una melodía medio tonta pero que junto con el cello y la trompeta arman una música perfecta, Sokurov construyó un entramado complejo de imágenes y textos, voces en off, reconstrucciones y fotos de archivo para contar esa historia fascinante pero sin quedarse en lo anecdótico. Por momentos resulta inasible, por otros no escapa al tedio (pero eso va en gustos), pero siempre es inteligente, ambiciosa y consecuente con el plan del ruso.

Es imposible no recordar la extraordinaria El arca rusa (2002), en la que Sokurov da un paseo por otro museo nacional, el Hermitage ruso, en un plano secuencia memorable. Francofonia es una película más difícil: carece del encanto algo artificial, del prodigio técnico de El arca rusa, y mezcla metáforas con reflexiones explícitas. Están ahí los fantasmas de Napoleón y de la República, las dos caras del espíritu francés que Sokurov de alguna manera considera universales, como una manera de sintetizar la lucha de dos concepciones del mundo.

Francofonia es más que una película, o no es sólo una película, y no digo esto como un elogio o no necesariamente. Podría haber sido un ensayo, una ponencia, pero la herramienta de Sokurov es el cine y por eso fue una película. Es distinguidamente cinematográfica, pero el cine no es el fin sino el medio. Y aunque es verdad que, como toda película, se la puede analizar desde el punto de vista estético, en este caso nos estaríamos perdiendo de casi todo su sentido.

Quizás los que amamos el cine y creemos que en un plano o en un corte se esconde la misma belleza que en La balsa de Medusa veamos en Francofonia un objeto ajeno, respetable pero lejano. Pero es igual de cierto que la película de Sokurov es fundamental para pensar la relación del arte y el Estado y también que es otro capítulo insoslayable en la obra coherente, profunda y consistente del ruso.