Fin de semana

Crítica de Gabriella Botello - Fandango

Fernetcito cinematográfico: el debut del director cordobés se impone como uno de los favoritos de la Competencia Argentina. Sólido y oscuro (des)encuentro y dinámicas familiares tienen espumita de sexo sadoexplícito, donde flota una búsqueda estilística fresca y espesa. Dramón poderoso para mandarle mensajito a mamá después.

Moroco Colman es hombre minipimer: disc-jockey de vivieza cordobesa durante añares, diseñador gráfico, arquitecto, guionista y cineasta. El rejunte es un cocktail molotov que explota en Fin de Semana, la película con la que debuta en la Competencia Argentina del BAFICI. Sensibilidad estética, construcción milimétrica de guion, sólido hormigón narrativo, musicalización pipí-cucú son pilares de un relato en que forma y fondo se propulsan mutuamente.

Carla (María Ucedo) y Martina (Sofía Lanaro) tienen tres días para sanar. El viaje de la primera a Córdoba para ver a la segunda durante el fin de semana del título es la primera sutileza: ni cómos, ni por qué, ni nada de nada. Los detalles sutiles de la interacción entre las dos marcan la pauta: Martina (¿hija? ¿prima? ¿hermana menor?) detesta la presencia de Carla y se cobija en la relación sadomasoquista con Diego su (casi) secreto amante que le dobla la edad. Carla lidiará entonces con lo que descubrimos como su pasado cordobés y el segundo acto está plagado de patrones que se dramatizan al punto del trío, el descontrol, borrachera, porro, etcétera. Ahondamos en el duelo y el dolor para remerger en el tercer acto que, sin pretensiones, opera como bocanada serrana para sanar la tendencia (auto)destructiva de las protagonistas.

Las explicaciones no abundarán: los detalles sí. En una historia simple y contundente, las intimidades son las que llenan nuestros puntos ciegos, desde la relación difusa entre las impecables protagonistas, hasta los simbolismos del sexo explícito, la violencia y las patas de rana. El drama familiar, los vínculos afectivos, las conexiones románticas, el pasado, la muerte, la resurrección se desdoblan como una espiral.

La dialéctica de Fin de Semana pendula entre la progresión dramática correcta hasta la reverencia de sus sólidos personajes y la disrupción del radio como forma narrativa para construir un relato plagado de simbolismos y sutilezas.Del arranque-sofoco en formato cuadrado en el primer acto con primerísimos planos que revelan el tumulto interior (y solitario) de Carla y Martina, al pico de tensión en el segundo con la apertura a Cinemascope y el casi panorámico que no puede mostrar lo que nos estamos perdiendo, el desemboque en el panorámico 16:9 final que se come la montaña íntegra está tejido con el hilo invisible de un experto en inventiva. Cabe destacar el trabajo de los tres Directores de Fotografía Gustavo Biazzi (1.33:1), Fernando Lockett (2.35:1) y Pablo González Galetto (1.85:1) para ensamblar este dispositivo que tan bien funciona.En la inmanencia del formato, trasciende la continuidad del encuadre, el jazz y el saxofón como vehículos sonoros (¡y hasta Virus!) y los demoledores primeros planos.

Fin de Semana como Moroco, es la película arquitectónica que deja los ladrillos en cada frame para que el espectador haga de constructor del relato. Y bravo por eso.