Exorcismo en el Vaticano

Crítica de Carlos Schilling - La Voz del Interior

Un debut que da miedo

La película Exorcismo en el Vaticano vuelve sobre la lucha entre el bien y el mal, y aunque logra un ritmo trepidante en algunos pasajes nunca logra transmitir verdadero terror.

Es curioso el poder de sugestión que sigue teniendo el Apocalipsis en la fantasía humana. Son incontables las películas basadas en las visiones de San Juan apóstol y en especial en la figura del Anticristo. Si se lo piensa desde un punto de vista narrativo, ningún suspenso ha durado tanto como la espera de la segunda llegada de Cristo y la previa conflagración mundial.

En Exorcismo en el Vaticano, esa fascinación y ese sentido de que la humanidad vive sus últimos días se materializan en una lectura un poco –sólo un poco– más atenta de la sección final de los evangelios. Así consigue plantear una trama relativamente seria en términos teológicos.

Sin dudas lo mejor de la película de Mark Neveldine es la forma en que va mostrando las manifestaciones de la posesión satánica. Aun cuando recurre a símbolos ya gastados (como los cuervos, por ejemplo) consigue ser elegante y a la vez demostrar su talento para las escenas de acción (primero en un colectivo y después en un taxi). Lo cual no debería extrañar si se tiene en cuenta que Neveldine es el responsable del ritmo trepidante de las dos Crank.

Pero esta incursión del director en el género del terror no da como resultado un producto tan divertido. La decisión de respetar el esquema básico de las películas de exorcismo termina atentando contra las buenas intenciones iniciales y genera la sensación de algo ya visto demasiadas veces.

Las señales del Apocalipsis proliferan de un modo vertiginoso en el mundo, y en el Vaticano están preocupados. Pero lo que más los alarma es lo que ocurre con Angela, una chica norteamericana que convive con su novio y cuyo padre es coronel. En el día de su cumpleaños, Angela se corta un dedo y de pronto nada vuelve a ser lo mismo en su vida y en la de quienes la rodean.

La historia es presentada como si proviniera de los archivos audiovisuales del Vaticano (el título en inglés es The Vatican Tapes). Pero si bien se apela al recurso de las cámaras de vigilancia de un hospital y de una clínica psiquiátrica, la parte más importante del drama de la posesión es mostrado de forma convencional.

Aun cuando Neveldine filme bien, su narración se debilita por la falta de una clara contrafigura de Angela. En vez de concentrarse en el novio, el padre, el cura del hospital o el cardenal del Vaticano que practica el exorcismo, distribuye entre todos ellos la carga del conflicto, y así la lucha entre el bien y el mal se vuelve abstracta, mera coreografía, sin ninguna clase de angustia espiritual, y por lo tanto sin verdadero terror ni temblor.