Éxodo: Dioses y Reyes

Crítica de Marcelo Artal - La letra indómita

Epopeya visual, pero no narrativa.

Ridley Scott es sin dudas unos de los mejores directores de la historia del cine, y como todo genio, tiene en su extenso curriculum cinematográfico algunos pocos fracasos. Exodus no está dentro de lo mejor de su filmografía, pero tampoco es de lo peor.

Descartemos lo sospechado: la película es técnicamente imponente, como todos sus trabajos anteriores. La recreación de la civilización egipcia es épica y monumental, al menos en lo arquitectónico. Scott ya tiene mucha experiencia en construir viejos imperios y darle la dimensión que merece a los ojos del espectador. Ciertamente, Exodus no defrauda para nada en ese aspecto. Hay epopeya visual, no sólo en lo escénico, sino también en algunas fantásticas escenas, como lo son las plagas.

Los errores de la propuesta radican en lo estrictamente narrativo. Sinceramente a mí no me importa la ortodoxia bíblica, porque el cine es una expresión artística y cada realizador tiene la libertad de versionar la historia como le plazca. Pero más allá la trama en sí, Exodus falla en el trámite de contarla a través de sus protagonistas. En primer lugar, el filme sufre de un evidente anacronismo en el lenguaje y en el modo en que los personajes interactúan entre sí, quienes parecieran ser ciudadanos occidentales del mundo contemporáneo incrustados en un escenario bíblico. En segundo lugar, hay una notoria carencia de dramatismo en el argumento, lo que resulta en diálogos escuetos y falta de desarrollo del conflicto principal. Es inevitable concluir que tan magnífico reparto ha quedado recluido a un segundo plano, y que el foco del proyecto se ha puesto exclusivamente en el despliegue visual. Es una pena, porque una historia tan rica en contenido podría haber sido magnánima con un guión más elaborado.

Exodus cumple en lo técnico pero defrauda en lo narrativo. Un relato épico de fe ha quedado reducido a un importante compendio de imágenes de escasa sustancia dramática. Como escribí en el primer párrafo, no es lo peor que ha hecho Scott, pero dista leguas de los grandes trabajos que le han valido su merecido reconocimiento.