Everest

Crítica de Carolina Taffoni - La Capital

Escalar el Everest es la máxima ambición de todos los montañistas. Es la aventura soñada pero también puede convertirse en una trampa mortal. “Everest”, la nueva película del islandés Baltasar Kormákur (“Dos armas letales”, “Contrabando”), reconstruye la historia real de una accidentada expedición a la montaña más alta del mundo que ocurrió en mayo de 1996. Con sus aires de superproducción en 3D y su elenco de primeras figuras (Jason Clarke, Josh Brolin y Jake Gyllenhaal, entre otros), “Everest” podría pasar como una película más de cine catástrofe con aspiraciones en la taquilla. Pero no es así. Kormákur filma la aventura y la odisea de este grupo de montañistas con un realismo seco y crudo, sin efectismos, y se acerca por momentos a un tono documental. Es cierto que en algunos tramos sacrifica el ritmo cinematográfico, aunque en este caso “menos es más”. Un mérito de la película es estar desprovista de vicios hollywoodenses: es clara y rigurosa, sin trampas ni vueltas de tuerca; no presenta a sus protagonistas como héroes ni como mártires; no abusa del flashback ni de la frase hecha y tampoco tiene pretensiones de grandes metáforas. Con una narración rigurosa, espectaculares tomas aéreas y un uso realmente eficaz del 3D, el director muestra la pequeñez de la obsesión humana frente a la belleza brutal y amenazante de la naturaleza. En ese contrapunto apoya toda la tensión dramática y acierta.