Esa mujer

Crítica de Beatriz Iacoviello - El rincón del cinéfilo

Admirable historia de amor y muerte, desilusión y esperanza

El sacrificio forma parte de la historia de la mujer en china, en una tradición en la cual no se tenía el poder de decidir y donde la renuncia y la sumisión eran la tónica dominante. China como el resto el mundo evolucionó, y en la actualidad la mujer es dueña de sus propias decisiones y está inmersa en una lucha por salvaguardar el futuro de las jóvenes que todavía tienen una vida y un horizonte diferente por delante.

“Esa mujer” de Zhangké Jia es el último filme del director chino que posee en su haber más de 25 películas entre documentales, cortos, y colaboraciones, además de ser director de cámara, productor y actor. Su título original en chino es “Jiang hu er nü”, significa “Hijos e hijas del jianghu”,, y se puntualiza a los que no tienen hogar, pero también a un territorio tomado por las pequeñas mafias locales,. En inglés se la llamó “Ash Is Purest White” – “La ceniza es el blanco más puro”, y hace referencia a la ceniza que en muchos pueblos de oriente y occidente era señal de dolor y arrepentimiento, y en este caso es específicamente blanca ya que ésta se quema a fuego extremo.

“La ceniza es el blanco más puro”es una imagen metafórica muy poética y relevante porque la trama del filme trata sobre una mujer que sacrifica su vida, se quema a lo bonzo, presionada por la sociedad y por un contexto social y político cambiante y especial. De sus cenizas sólo queda un fragmento, al que nadie le presta atención, pero que es el que hará que ella se reinstale en su propia esencia.

“Esa mujer”, título en español, es la última películaZhangké Jia estrenada en Argentina, ya se conocían: “Naturaleza Muerta “” (León de Oro en Venecia-2006), “Un toque de violencia” (2013), “Más allá de las montañas” (2015), y el fragmento “Revive” (2017), del filme coral “Lejos de ella”,premiado en el BAFICI, en todas ellas trabaja la excelente actriz (esposa de él en la vida real) Zhao Tao.

“Esa mujer” narra la vida y desventuras de Qiao, una mujer enamorada del líder de una asociación de gángsters de Datong: Bin (Liao Fan), que desarrolla sus actividades en el pueblo de Shanxi. Dividida en tres partes, que abarcan desde 2001 a 2018, habla de la vida porque presenta una historia de amor, agonía, muerte, esperanza, desilusión y desesperación. A través de Qiao el espectador conocerá el particular cambio social, especialmente en las ciudades del interior de China como Shanxi, lugar de nacimiento del realizador.

El cine de Jia Zhangké es muy personal y autoreferencial, sensible, activista, político sin hacer política, y humanista ya que la problemática del infortunio es universal. Es interesante ver el mundo de los hombres visto desde la mirada de una mujer, en el cual Qiao deberá abrirse camino y combatir contra el machismo tanto en el de la sociedad China en general como en el de la mafia de su ciudad. Pero sobre todo trata de explicarse porque la cultura, la tradición, y la esencia de su país es captada por la corrupción.

Jia Zhangké a la vez cuestiona el carácter social que se enfrenta al íntimo, y las relaciones colectivas a las personales y a semejanza de Theodor Adorno (que lo hacía sobre el arte contemporáneo) piensa que la actualidad china es en un universo “kitsch” y funciona como parodia de la catarsis, y asimismo es una parodia de la verdadera conciencia estética del hombre, ya que está digitado y controlado por un estado, pero a la vez es aceptado por un pueblo pasivo, que lo toma y lo transforma en aún más cursi.

Jia Zhangké como Woody Allen realizan variaciones sobre un mismo tema, Allen sobre el sexo y Zhangké desde hace más de veinte años sobre la evolución de su país, y su pregunta principal siempre ha sido: ¿cómo sobrevive el individuo ante esos cambios?. Zhangké repite espacios, acciones, gestos, modos de vida, actriz y a través, en este caso en particular, de un “capo” de mafia barrial de Datong que ejerce su autoridad de forma tiránica.

Los filmes de Jia Zhangké son una experiencia en sí mismos, en ellos la repetición autoral ad nauseam, ese argumento que se alarga hasta llegar al abandono de una de las partes, siempre cumplen con su rol transformador. En él los diagnósticos sociológicos, los cambios demográficos, el paso del campo a la ciudad, la evolución femenina, el submundo criminal devenido a un submundo empresarial de negocios de poca monta, pero a la vez pulverizado por la lógica perversa del capitalismo, se transforman en ese alto voltaje que reduce la vida a cenizas.

En “Esa mujer”,Qiao interpreta estoicamente y con vulnerabilidad a una mujer que lucha por adaptarse a una China cambiante que ya no reconoce después de pasar cinco años en la cárcel, por haber matado a un pandillero que atacó a Bin, su hombre, y el amor de su vida, y la convirtiera en criminal, algo que nunca hubiera deseado ser.

La película pedagógicamente señala la idea oriental del karma, donde todas nuestras acciones, buenas y malas, vuelven a nosotros. Pero también el Dharma, que es una batalla imposible de evitar y se produce en cada uno y dentro de nosotros. Dharma es una palabra sánscrita que significa “protección” y su práctica evita el sufrimiento.

“Esa mujer”, es una producción excepcional y ambiciosa, que reúne el refinamiento del estilo de su creador, y los elementos más atractivos de sus obras anteriores: su sutil asimilación del lenguaje del documental, su juego con los momentos temporales en la ambientación, su escasa, pero brutal utilización de la violencia en el bajo mundo, una inapelable radiografía de la sordidez de una China sumida en la ruina espiritual. Con un registro visual deslumbrante, y una atmósfera cargada de giros y contra giros que redoblan la apuesta del director para hacer de su filme una asfixiante sensación de opresión en el espectador, a través de recursos en el uso de la luz y los espacios utilizados, como su paleta de colores que logra lucirse en el primer tramo gracias la fotografía de Eric Gautier que comienza con una impronta muy marcada de colores pastel, para después ir, lentamente, perdiéndose en distorsionadas vidrieras de colores, como le sucede a la vida de la protagonista.

La música de Lim Giong, músico, actor, D.J, de origen taiwanés, una de las figuras más importantes de la escena música electrónica experimental de Taiwán, refuerza la narrativa logrando conseguir que ciertas situaciones extraordinarias no desarmen en ningún momento la credulidad de la narración (como en la escena en que se hace referencia a los ovnis, que es apoyada por la fotografía de Eric Gautier).

Jia Zhangké al combinar géneros musicales apoyado por Lim Giong, (karaoke y “YMCA”, de Village People), una vez más toma la música popular, occidental y asiática para dar ritmo melodramático a las vidas de los personajes en sus películas, delimitando espacios y tiempos, aspiraciones y deseos.

Zhangké optó por el melodrama porque éste construye masivamente metáforas de la realidad, que no alcanzan a volverse mitos porque son efímeras, pero que permiten a miles de personas compartir sentimientos.

Por otra parte le sirve para configurar la perspectiva de sus personajes desde un nuevo universo simbólico en una representación-metáfora de alegorías sociales y culturales, a las que la posmodernidad les proporcionó un excelente en el plano dramático y nuevo basamento audiovisual; para mostrar el camino de redención de su heroína, en una China que continúa siendo comunista, pero con apertura al capitalismo de estado con orientación occidental y que rediseña la vida de del pueblo a cada instante.

“Esa mujer” es una realización fascinante tratado de diferentes maneras, en un relato que desafía constantemente las expectativas del espectador, y lo que cree que va ver se transforma en otra cosa: donde el dúo amoroso permanece con variantes a través del tiempo: amor.-misericordia-lástima/ abandono el resto se transforma y se adapta a una sociedad renovable.

“Esa mujer”, de Jia Zhangké, es único y a la vez múltiples filmes en sí mismo, es el recorrido de una generación de profesionales con su mirada hacia un futuro más equitativo, pero anclado en un mundo cada vez más voluble y contradictorio.