En el corazón del mar

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Ron Howard tiene cada vez más ambición cuando filma. Y eso no es malo, sino, todo lo contrario, ya que en sus últimos filmes, y principalmente en la imponente y menospreciada "Rush" (2013), su habilidad de narrador ha llegado a niveles insospechados, y más como en el caso de ese filme que en el momento en el que la prometida financiación no apareció tuvo que apelar a construir un relato mucho más psicológico de los protagonistas que a una superproducción con miles de escenas de carrera.
En el caso de "En el corazón del mar" (USA, 2015), película que trae una vez más a la pantalla grande el mito de Moby Dick pero desde un lugar diferente (punto de vista, soporte de la historia, realismo y verosímil del cuento) que fundamenta la tensión de la lucha del hombre con la naturaleza desde un cuidado y preciso enfoque.
En "En el corazón del mar" todo inicia cuando un joven Herman Melville (Ben Whishaw), encaprichado con conocer más detalles de una épica aventura de hace años se presenta en la casa de Thomas Nickerson (Brendan Gleeson) para conocer más detalles.
Si bien en un principio el anciano es reticente a brindar información, el dinero que Melville le pone arriba de la mesa es suficiente para que comience a relatar la odisea en la que se vio envuelto cuando se subió al barco ballenero Essex y compartió la epopeya con los marineros que intentaron desafiar al mar y a la ballena más grande que se conoció por ese entonces.
"En el corazón del mar" posee dos instancias narrativas, una asociada a Melville y su intento por conocer cada vez más detalles de la épica epopeya y otra relacionada a los tripulantes del Essex, a sus historias personales y ambiciones.
Así, conoceremos el enfrentamiento entre Owen Chase (Chris Hemsworth) y George Pollard Jr. (Benjamin Walker), uno un humilde marino que supo hacerse desde abajo y lograr un nombre en los más afamados balleneros y el otro el heredero de un linaje de marinos que a último momento le quita el puesto de capitán a Owen en el Essex.
Entre ambos intentarán, cada uno con sus órdenes y pensamientos, organizar las tareas del barco hasta que la tragedia los golpee en forma de inmensa ballena que, cansada, se supone, de ver como diezman a sus compañeras decide hacer justicia y hundir al Essex.
Desde allí otra historia, una de supervivencia al mejor estilo "Naufrago" en la que, divididos en dos botes, uno con cada personaje principal, intentarán sobrevivir en medio de la nada y las olas que acechan.
Es interesante el juego de Howard con la cámara, sobre todo al inicio del filme, ubicándola en altura o por detrás de objetos para generar ese efecto voyeur necesario para compenetrarnos con el relato. Luego hay un estilismo que potencia la travesía por las aguas, el que, sumado a los efectos especiales y tomas submarinas, todo hace que funcione la historia.
Hay minutos que sobran, como también largos parlamentos que funcionan como fundamento de los argumentos de cada una de las posiciones que se tomarán ante la tragedia, pero nada hace decaer una aventura en la que la fuerza del hombre ante la naturaleza será la guía del relato.