El vecino

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

VIBRACIÓN INTERIOR

Sandu Patrascu se mantiene fiel a su rutina: saca a pasear a Jerry al parque, se va a trabajar, regresa a la casa, cena y vuelve a salir con Jerry, como si en la densa y automatizada cotidianidad no hubiera ningún resquicio para la sorpresa o lo impredecible.

¿Qué sucedería si, de repente, aquel esquema se viera afectado por un hecho externo como la extraña muerte de Laura, la vecina del piso inferior? ¿Cómo debería reaccionar Sandu cuando, un poco por accidente y otro poco por curiosidad, escucha una pelea entre ella y Vali (otro vecino) antes de su fallecimiento? ¿Qué se espera que haga cuando un agente de policía lo interroga sobre el hecho?

El lazo entre pensamiento y acción es lento, dilatado puesto que el director rumano Radu Muntean no privilegia la articulación o el cuestionamiento entre ambos, sino que destaca el trabajo interno de cada personaje. De esta forma, se los percibe ensimismados, un tanto pasivos, enmarcados por la ambigüedad y sujetos al despliegue de cada instante de la vida diaria.

Por el contario, la tensión sólo se exterioriza en breves momentos y de forma incompleta: cuando Sandu es descubierto por Vali espiando, es el primer encuentro entre ambos post muerte de Laura. El acercamiento cada vez más frecuente entre Vali y la familia de Sandu, la reunión entre Sandu y sus amigos mientras miran un partido de fútbol o la escena dentro del auto de Vali; todas escenas que, si bien se conciben como espacios de catarsis o de toma de consciencia de lo sucedido, en realidad, funcionan como meros exabruptos o circunstancias límite que subrayan la ambigüedad de los personajes.

Si se compara El vecino con La soga de Alfred Hitchcock se puede establecer cierto paralelismo en la lógica compositiva psicológica de los personajes, sobre todo, a partir de la duda, la tensión, el silencio, la culpa o el conocimiento/incertidumbre, sin embargo, difieren de manera notable en la puesta en escena: en la película rumana, la inserción de lo cotidiano suspende el reconocimiento del hecho hasta volverlo casi una anécdota, donde la única certeza es la cinta sobre la puerta del departamento o las fotos del facebook de Laura; mientras que Hitchcock busca desenmascarar lo sucedido y jugar con esa posibilidad ya sea desde la exhibición del baúl como trofeo/evidencia, la circulación en el espacio cerrado y la reconfiguración de los elementos del delito.

La tensión, entonces, explota y se dilata, la ambigüedad se adentra cada vez más en escena y los personajes comparten su introspección con los propios espectadores, los cuales terminan insertados en esa lógica o rebelándose en nombre de Sandu.

Por Brenda Caletti
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