El seductor

Crítica de Nazareno Brega - Clarín

Cuando Caperucita enfrenta al Lobo Feroz
La sexta película de Sofia Coppola es un oscuro cuento de hadas sobre el empoderamiento femenino.

En una mansión del sur, durante la Guerra de Secesión en Virginia, una nena que había salido a juntar hongos por el bosque cual Caperucita Roja vuelve acompañada por un soldado enemigo herido, interpretado por Colin Farrell, que huye del combate. La casona es un internado donde viven cuatro jóvenes alumnas, su maestra (Kirsten Dunst) y la directora (Nicole Kidman), que deciden darle asilo al hombre hasta que se recupere de sus heridas.

Así comienza el drama gótico El seductor, la sexta película de la promisoria carrera de Sofia Coppola y una de las más raras de su filmografía. La película está inspirada en la novela del '66 de Thomas P. Cullinan que ya tuvo su versión cinematográfica cinco años después bajo el nombre de El engaño y en manos de Don Siegel, que convocó a Clint Eastwood como el soldado.

Coppola adapta el material a sus necesidades y se lo apropia, como hacen las mujeres del film con el soldado a medida que comienza a sanar. La cineasta se desentiende del punto de vista del soldado y, barriendo bajo la alfombra la misoginia del film de Don Siegel, narra la historia desde la perspectiva femenina y, tal vez en la decisión más polémica de la película, hace desaparecer a la esclava negra que trabaja en la mansión original. Sofia se saca de encima de un plumazo el problema de la cuestión de clase, un tema siempre álgido en la filmografía de la directora de María Antonieta. Y así también se desentiende, en una película siempre dominada los climas creados por la directora, de la problemática racial a la hora de acercarse a la Guerra de Secesión. Se puede intuir que esa decisión puede hacer sentir a El seductor como una película lavada, pero la cineasta no tiene interés alguno en hablar de esa guerra que se escucha de fondo y a lo lejos al principio de la película, sino que prefiere meterse en el combate que se comienza a librar luego dentro de la casona.

Con el correr de los minutos, mientras el soldado aprovecha el tiempo para coquetear con todas las mujeres de la mansión mientras se recupera, aparece una sensación agobiante de claustrofobia a medida que el encierro del soldado en la mansión pasa de ser una cuestión motriz, en la línea de La ventana indiscreta, hasta convertirse en una obsesión mucho más cercana al universo de Misery. En este oscurísimo cuento de hadas sobre el empoderamiento femenino y la represión de los deseos, el Lobo Feroz debería pensarlo dos veces antes de meterse con Caperucita.