El secreto de Kalinka

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Un crimen y varias intrigas
El secreto de Kalinka cuenta el proceso de investigación que emprende un padre tras la muerte de su hija adolescente.

El caso de Kalinka Bamberski es tan aterrador como apasionante. Aterrador no sólo por el hecho de que detrás de la muerte de la niña haya habido un responsable perverso, sino también por el indignante accionar de la justicia (francesa y alemana), que siempre quiso tapar el caso. Y apasionante por cómo el padre de la niña se obstina en investigar por cuenta propia la causa de su muerte.

Dirigida por Vincent Garenq y protagonizada por Daniel Auteuil, El secreto de Kalinka está inspirada libremente en el libro de André Bamberski, testimonio de su batalla por la verdad. Si bien la película cuenta con la típica puesta en escena de los dramones europeos para la televisión, el director logra esquivar los golpes bajos y consigue un digno resultado cinematográfico.

Contada con flashbacks que van y vienen en el tiempo, la película tiene una primera parte ambientada en Marruecos en 1974, donde se cuenta la infidelidad de la mujer de André con el doctor Dieter Krombach. Luego el filme se va a 1982, año de la misteriosa muerte de la adolescente.

Hay una autopsia poco clara. Las declaraciones de Dieter sobre lo sucedido el día de la muerte de Kalinka son confusas. André empieza a sospechar del doctor. A partir de allí, la película se detendrá en cada año importante del largo camino que recorrió André por los distintos tribunales para pedir justicia.

El secreto de Kalinka es la demostración de que cuando hay una buena historia de intriga, cuando los personajes están bien interpretados y el guión es sólido, el resultado siempre es positivo. La fuerza de una buena historia siempre se impondrá sobre la forma.

Las actuaciones de los tres actores principales son admirables. La de Daniel Auteuil, por cómo de a poco se va convirtiendo en el prisionero de su obsesión por la verdad: la de la actriz Marie-Josée Croze, en el papel de la madre de la niña, por hacer de una mujer convencida de la inocencia de su segundo marido y único sospechoso; y la de Sebastian Koch, como Dieter Krombach, por su capacidad para hacer de un Don Juan oscuro.

La trama logra atrapar, la narración es dinámica y simple, va siempre al hueso y no aburre nunca. Y el director tiene, además, la gran virtud de contar 30 años de una obstinada búsqueda personal de la verdad en menos de una hora y media.