El reino secreto

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Como Avatar, pero en la Tierra

Mary Katherine (alias MK) viaja a la afueras de la ciudad para visitar a su padre, un ermitaño que dedica su vida a probar la existencia de seres liliputienses que habitan el bosque. Mientras tanto, la tecnología de Blue Sky (creadores de Rio y La era del hielo) hace posible ese micromundo forestal donde se libra una permanente batalla entre los Hombres Hoja, guardianes del bosque, y los Boggans, que representan la tendencia de todo lo vivo al deterioro y la herrumbre. En una de esas batallas, Mandrake, rey de los Boggans, hiere de gravedad a la reina Tara, quien cae junto al capullo que alumbrará a su heredera. MK descubre a la reina en la hojarasca y recibe su capullo, que la vuelve diminuta; así, hereda la misión de protegerlo para que nazca una nueva reina, capaz de enfrentar el poder corrosivo de los Boggans.
La primera parte de la película confirma la impronta que dejaron Avatar y la saga El señor de los anillos según Peter Jackson en el cine de aventuras contemporáneo. Con cierto aire a los humanoides de Pandora, los Hombres Hoja montan sobre pinzones o colibríes mientras los Boggans (suerte de orcos, con un nombre tolkiano) lo hacen sobre cuervos y murciélagos. El film mejora y mucho cuando MK trata (infructuosamente) de comunicarse con su padre. A partir de ahí, con una inteligente relectura del clásico El increíble hombre menguante, la película gana dramatismo y originalidad. La cita a Avatar también aparece en el correlato entre un mundo “real” y uno “secreto”; aunque el primero es híper real (sobre todo en la versión 3D) y lleva a pensar que, de a poco, la industria ya puede ir prescindiendo de actores.