El regreso de Mary Poppins

Crítica de Tomás Ruiz - EL LADO G

El regreso de Mary Poppins hace honor a la película original y da un salto de calidad en cuanto a las interpretaciones musicales, gracias a la inclusión de Lin-Manuel Miranda. Junto con la simpatía innata Emily Blunt, esta película enamora a simple vista y otorga un verdadero viaje mágico, digno de las mejores épocas de Disney.

Si hay algo que se le reconoce a Disney es en que su primera gran época de esplendor, logró enamorar a grandes y chicos por sus producciones, basadas mayoritariamente en cuentos o historias infantiles, y transformarlas en historias que enamorarán esencialmente por la magia que le transmitían al espectador. Claramente no todos sus grandes clásicos tienen a “la magia” como gran protagonista, pero si lo es una de sus más reconocidas obras y mejor recordadas películas: Mary Poppins (1964). Para los que desconozcan de qué trata aquella película o directamente al personaje, Mary Poppins cuenta la historia de una niñera que posee ciertas habilidades “especiales” que se dedica a enderezar el andar de los niños cuyos padres pierden un poco el eje de lo que significa el termino “familia”. Con la ayuda de un repertorio de artilugios y amigos muy particulares, Mary Poppins -quien en su momento fue interpretada por Julie Andrews– siempre ha sabido como sacar adelante a los niños que cuida sin ningún tipo de excepción. En aquella oportunidad, Mary llegó a la casa de los Banks, una familia que no lograba cuajar como tal y tenía a sus dos integrantes más pequeños, Michael y Jane, como chivos expiatorios de sus padres y no lograban ser completamente felices. Con la ayuda de su fiel amigo el deshollinador Jack (Van Dyke), ellos lograron convencer al Sr. Banks de que lo que realmente importaba, estaba en su casa.

Su única adaptación cinematográfica hasta el momento, caló hondo en la cultura popular, porque además de dejar un hermoso mensaje familiar que concientizaba a los más grandes sobre la importancia de estar unidos en momentos difíciles, lo hizo siendo un musical, quizás uno de los más recordados hasta el momento. Con una co-estrella como Dike Van Dyke y una animación que marcó un antes y después en las películas de Disney, Mary Poppins se transformó en un clásico del cine de aquel entonces y hoy en día sigue siendo una de las pelis más valoradas y aclamadas por los fanáticos de la poderosa industria del ratón.

Hoy, 52 años después, la niñera mágica regresa en El Regreso de Mary Poppins (Mary Poppins Returns, 2018), una secuela que también sirve como reboot de aquella primera historia y que logra sentar las bases para que una nueva generación se acostumbre a la magia que en algún momento Disney supo dar. En esta ocasión, Mary (Emily Blunt) decide volver a visitar a la familia londinense que en algún momento supo enderezar, pero en esta oportunidad los roles se encuentran un poco diferentes. Ahora los ya no tan niños Michael (Ben Whishaw) y Jane Banks (Emily Mortimer), han crecido y son adultos responsables, con trabajos serios y una vida que los aleja de la felicidad que Mary supo darles cuando fueron más pequeños. Con Michael sobrecargado de trabajo y luego de haber sufrido una tremenda perdida, sus hijos Georgie (Joel Dawson), John (Nathanael Saleh) y Annabel (Pixie Davies) están casi a la deriva y necesitan la ayuda de alguien especial, alguien capacitada para arreglar su pesar y es por eso que, junto con su fiel amigo Jack (Lin-Manuel Miranda), Mary Poppins deberá volver a Londres una vez más para que la familia Banks pueda volver a encontrar el rumbo indicado.

Dirigida por Rob Marshall y basándose en los personajes creados por Pamela Lyndon Travers, El Regreso de Mary Poppins funciona perfectamente como una secuela directa de la película original del ’66, pero al mismo tiempo hace las veces de remake para acercar a las generaciones mas jóvenes a la encantadora historia y mitología de Mary Poppins, así mismo sirve como un homenaje a la clásica película, todo esto sin dejar de ser una secuela. No solo porque en la trama la historia pasa 25 años después, sino porque toma la base de los mismos personajes y demuestra que la historia tenía más que contar. Al igual que los personajes, las locaciones más significativas de la película original regresan en esta segunda parte y si bien tienen prácticamente el mismo uso que en aquella primera oportunidad, su sola presencia logra que a más de uno se le forme una enorme sonrisa. Claro está que la trama es básicamente la misma y el guion no tiene absolutamente nada de ingenioso e innovador, pero la historia logra rescatar la esencia de la película original, ya sea con la interacción con la animación 2D o algunos de sus números musicales o sus puestas en escena.

La película básicamente se sostiene en tres pilares muy fuertes: Las actuaciones de sus protagonistas, su increíble diseño de producción y sus canciones. Emily Blunt pareciera haber nacido para interpretar a Mary Poppins, la actriz británica transmite una elegancia y una sofisticación increíbles. Su labor como la de en su momento Julie Andrews, parecen ser de una misma persona y no de dos diferentes. Lo mismo sucede con Lin-Manuel Miranda, el dramaturgo que es conocido en todo el mundo por su labor en la obra teatral Hamilton, debuta en la gran pantalla siendo el acompañante perfecto para Blunt, elevando, en cuanto al canto, la vara que en su momento Dick Van Dyke había establecido con su personaje. El ganador del Tony a Mejor Actor Principal, un poco sirve para entender que este es el terreno que mejor le sienta a Lin-Manuel, por momentos incluso, pareciera que ciertas canciones son escritas exclusivamente para él y para aprovechar su gran talento a la hora de cantar canciones de “estilo rap”. El elenco se ve completo por actores que si bien no destacan en su labor, si hacen una interpretación correcta y logran cumplir con lo que se necesitaba o requería.

Todo lo que tiene que ver con indumentaria, escenarios, coreografías y efectos especiales, están tan bien logrados que la película se transforma de buenas a primeras en un disfrute visual que no se ha visto en la historia cercana, en ninguna película. La paleta de colores, es utilizada con una gran visión destacando el brillo y colores pastel, rememorando una época en donde los musicales transmitían la alegría que se necesitaba para hacer que el filme fuese efectivo y lo mismo sucede en esta oportunidad. El uso de tecnología 2D no solo queda bien para asemejarse a la película original, sino que también produce un salto de calidad en cuanto a la narración. En tiempos de CGI donde todo es posible con una computadora, que los efectos especiales sean en una mayor parte prácticos, le da un plus artesano que enamora al más escéptico de los espectadores. Lo mismo pasa con las canciones y coreografías de baile, melodías y movimientos orquestados de una manera perfecta, que darán ganas de salir del cine cantando y bailando.

El Regreso de Mary Poppins cumple con creces su propuesta inicial, ser una secuela más que digna del papel original y volver a poner en los primeros planos a uno de los personajes de la cultura popular más reconocidos a nivel mundial. Según parece, en los planes de Disney tendremos Mary Poppins para rato, ya que Emily Blunt confesó públicamente que le encantaría volver a usar el paraguas y sobretodo de la nana mágica y si bien todavía es una idea y no hay más que rumores, es posible que luego de ver la recaudación de la película podamos ver un poco más de los trucos que tiene esta niñera tan especial bajo la manga.