El regreso de Mary Poppins

Crítica de Marcos Guillén - Cuatro Bastardos

[REVIEW] El regreso de Mary Poppins.
Aquí está por fin la esperada secuela del clásico de Disney, una que jamás imaginamos que habría o esperamos. Pero de todas maneras Mary Poppins está de regreso.
Hemos hecho un verdadero ejercicio de análisis sobre nosotros para hablar de este film, que se atreve a titularse (una tardía) secuela de la película de Robert Stevenson, filmada en 1964. Aquella que catapultó la celebridad de una joven Julie Andrews y realmente alimentó la fantasía de quien sabe cuantas generaciones sobre niñeras mágicas y crecer sin dolor o tribulaciones, solo cantando y creyendo que el mundo era algo más que adustos adultos.
E ahí la cuestión del ejercicio que antes mencionamos, porque a fuerza de sueños infantiles, y un mercado que jamás olvidó a la nanny voladora, se convirtió a nuestros ojos en la película única e irrepetible. Irrepetible, no porque no hubiera nuevas historias que contar (posee cinco secuelas directas la primer novela, todas de la autora original), si no porque sin Julie Andrews y su troupe, como los compositores originales de las canciones; Richard M. y Robert B. Sherman era casi imposible reconstruir el encanto original.
Y aquí estamos, intentando discernir que buscaban con este film, más allá de las mentadas ganancias económicas, que seguramente serán cuantiosas. ¿Quizás traer aquella vieja magia a las nuevas generaciones? Una remake hubiera sido tan criticada y vapuleada que ni habría tenido chances y entonces la secuela se presenta como la mejor opción. Así lo comprobaron cuando filmaron Star Wars: The Force Awakens (2015), una reescritura pura y dura del primer episodio (ahora llamado Episodio IV), condimentada, en el mejor de los sentidos, con la actualidad que hoy nos ocupa. Lo que si olvidaron con Mary Poppins Returns, es justamente eso. Esta vez utilizaron el retorno a la niñez, como aglutinador de una historia que imprudentemente se asemeja a la original en demasiados aspectos sin contar que de la misma ya pasaron cincuenta y cuatro años.
Los Banks que Mary cuidó ya están grandes y con descendencia, en particular Michael Banks quien parece hasta haber olvidado lo vivido con ella o por lo menos dejarlo en ese siniestro lugar al que llamamos fantasía infantil. Padre viudo de tres niños, vive en la vieja casa (17 Cherry Tree Lane Street) que su hermana Jane visita regularmente. Todo allí parece detenido en el tiempo, mismos vecinos, mismas calles aún iluminadas con gas, cosa extraña ya que la electrificación total de Londres se llevó a cabo en entre 1920 y 1930. Decíamos parece, porque la familia, una vez burguesa de la clase media trabajadora londinense, hoy está en medio de la ruina económica. Un préstamo impago lleva a la familia a casi perderlo todo. De lo que destaca, el guionista de este film David Magee, es la esperanza cuasi infantil de que todo tiene solución, hasta lo imposible (no así a ojos de los adultos). Y entonces el regreso de la niñera más querida por el publico, se supedita a recordar a los ya adultos Michael y Jane de que todo tiene solución si eres capaz de tener el espíritu de aventura al buscarlas. Hook (1991) de Steven Spielberg era más sensato al buscar a Peter Pan, en un gordo corredor de bolsa interpretado por Robin Williams, de hecho hasta la atmósfera que poseía esa película más que ridícula era encomiable. Como hace poco lo intentó Marc Forster con Christopher Robin: Un reencuentro inolvidable (2018), ciertamente con más gracia y elegancia.
Atmósfera, particularmente el original había ganado mucho con su concepción del arte en general, logrando en estudios una puesta atractiva, gracias al equipo técnico; esas viejas glorias del trabajo a mano: Carroll Clark, William H. Tuntke y Edward Colman. Gran parte de la magia era concebida en estudios y mucha inventiva. Y que se amalgamaba sin fisuras con la animación del gran Ub Iwerks. Atmósfera que aquí se pierde por la pobre utilización de efectos prácticos. Más allá de una encomiable reconstrucción de los sets originales de John Myhre, un vestuario impecable de la siempre superior Sandy Powell, la imagen general se ve ciertamente poco original, falta de marco que pueda resignificar lo que estamos viendo. La decisión de arte ejecutada en la original, supera a la actual, porque engloba el aspecto general de lo que visualizamos.
¿Deja de ser colorida, brillante y vivaz? Claro que no, el elenco, quitando a Lin-Manuel Miranda, es soberbio en su labor, en su interacción con el encanto que irradian las animaciones. En la comprensión de sus personajes y que el espectador, que tiene visionado el original, podrá conectar sin esfuerzo. De más está decir que Emily Blunt brilla en su Mary Poppins, un trabajo que hasta supera en ciertos rasgos a Julie Andrews, el encanto de alguien que sabe que lo posee y lo explota con esa seguridad. Aunque en general la historia se acerque demasiado a un refrito temeroso de probar originalidad en el personaje. Los niños se divertirán sin ninguna duda, y es una pena que ninguna de las canciones logre colarse en los espectadores como lo hicieran Supercalifragilisticexpialidocious! o A Spoonful Of Sugar. Rob Marshall realiza un buen trabajo de dirección, pero que no escapa a lo normativo de sus anteriores producciones.
En definitiva, queriendo dejar en paz este film, que en general tuvo una excelente acogida por la crítica en su país, diremos que es una producción de lujo, con un muy buen elenco, capaz de encantar a niños y adultos por igual. Pero que carece del espíritu de la original, que no pasa de ser una superproducción más del gigante Disney y que eso no ayuda a convertirla en “la” película que pudo ser si hubieran dejado un poco de lado el ejercicio nostálgico que es y se atrevieran a algo más original y no tan visto, por ejemplo con el guion, todo dicho.