El regreso de Mary Poppins

Crítica de Denise Pieniazek - Puesta en escena

"El regreso de la dama excéntrica y mágica"

Cincuenta y cuatro años después de Mary Poppins, película que otorgó reconocimiento a Julie Andrews (La novicia rebelde, 1965), ha llegado su secuela. En esta ocasión quien encarna a la peculiar niñera es Emily Blunt en esta "fiebre" de Disney Studios por revivir sus exitosos filmes.

Por Denise Pieniazek

Es pertinente antes de adentrarnos en la crítica de la película, mencionar una de las problemáticas del cine actual: los remakes o sus nuevas formas de enmascaramiento secuelas y spin-off. Al respecto habla extensamente Jean-Luc Godard en su último largometraje El libro de Imagen (Le livre d'image, 2018), con una crítica fuerte hacia los remakes y la falta de creatividad en el cine actual, concluyendo que esas repeticiones se deben a las correlativas reiteraciones históricas de la humanidad.

El Regreso de Mary Poppins(Mary Poppins Returns, 2018), no es una excepción a ello, es una tardía remake disfrazada de secuela, que reitera el desarrollo secuencial de la primera y exitosa entrega Mary Poppins (1964), la cual estaba basada en la serie de novelas “Mary Poppins” (1934-1963) de P.L.Travers. Se recuerdan algunas apariciones similares en un proyecto alejado de Disney Studios que incluyen también una niñera mágica como Nanny McPhee (2005) y Nanny McPhee and the Big Bang/Nanny McPhee returns (2010). Incluso algunos actores como la gran Angela Lansbury y Colin Firth que actuaban en Nanny McPhee también son parte del elenco del filme en cuestión.

Mientras Mary Poppins estaba ambientada a principios de 1900 en Inglaterra con una notable y artificial escenografía de estudios, El regreso de Mary Poppins está ambientada también en Londres, pero en 1930 durante “la gran depresión” económica mezclando la escenografía de estudios y el falseo posterior a computadora con las locaciones reales. Asimismo, otro contraste interesante de mencionar es que en la película de 1964 la madre de los niños, la señora Winnifred Banks luchaba por el voto femenino, mientras que en esta entrega del 2018 el personaje ya crecido de Jane Banks lucha por los trabajadores y es afiliada a un sindicato. Es decir, que ambos filmes incluyen temáticas vinculadas a los acontecimientos sociales del contexto diegético.

Con respecto a la narrativa recordemos que en Mary Poppins, la mágica niñera aparecía para acercar a los niños Michael y Jane Banks a su rígido padre, disciplinándolos a ellos y ablandando el corazón del adulto. Esta primera entrega era un filme muy disparatado con varias secuencias “sin sentido” o anclaje sobre la trama, que esbozaba vagamente la crítica a una sociedad de apariencias económicas y sentido de pertenencia de la sociedad burguesa, sintetizada en los hombres bancarios.

En esta segunda entrega la situación financiera se acentúa y cobra protagonismo en la trama argumental, en la que el villano en cuestión el banquero y usurero Colin Firth (cuyo vestuario mantiene la insignia del clavel rojo presente ya en 1964) desea adueñarse de la propiedad familiar que ahora ocupa el ya adulto Michael Banks con sus tres niños, quien -para enternecer más la cuestión- ha quedado viudo recientemente. En este contexto vuelve a aparecer Mary Poppins y su colorido vestuario (interpretada convincentemente por Emily Blunt), para una vez más ayudar a la familia Banks. En ambos casos, es necesaria la anagnórisis (reconocimiento) del padre de familia y la reconstrucción del vínculo afectivo paternal y familiar. Ambos filmes se conectan no solo narrativamente sino mediante ciertos recursos como el del barrilete verde, e incluso una idéntica resolución del conflicto, en la que una vez más Mary Poppins es como un gran demiurgo o titiritera que ha acomodado todas las piezas para un final feliz.

El regreso de Mary Poppins dirigida por Rob Marshall, quien ya ha inmiscuido en el género musical con la célebre Chicago (2002) y la no tan bien lograda Nine (2009), logra producir un sólido relato en el que las canciones y los momentos animados son utilizados con mayor coherencia y dinamismo diferenciándose de la disparatada entrega anterior (incluso se condicen más las situaciones y los cuadros oníricos, los cuales tienen más anclaje con el inconsciente de los niños o el disparo del cañón del vecino es incluso explicado). Además, quizás, debido a los avances tecnológicos (si bien toda la animación de El Regreso de Mary Poppins es en 2D y fue dibujada y pintada a mano, al igual que en la primera película) está mejor lograda y su hibrido con las imágenes filmadas –cuyo vestuario es un aporte fundamental- está mucho mejor fusionado que en la anterior. Seguramente a los fanáticos de la original les parezca incomparable, pero para quien escribe es una versión más que digna e incluso con varios aciertos, aunque es cierto que estos refritos del cine actual no son necesarios. Sin embargo, hay que admitir que ambos filmes carecen de poder de síntesis, y que este último tiene pocas innovaciones, una de ellas el personaje de la prima de Poppins interpretada por la siempre convincente Meryl Streep con quien una vez más el vestuario del filme se destaca.

En conclusión, El Regreso de Mary Poppins es un digno homenaje y una oportunidad para que las nuevas generaciones se acerquen a esta historia, e incluso presencien cuestiones que se vinculan a los musicales del Hollywood clásico. Por ejemplo, hay un cuadro musical que remite a Cantando Bajo la Lluvia (1952) protagonizado por el amigo de Poppins, el farolero Jack que claramente es una extensión del personaje del deshollinador Bert de 1964 interpretado por Dick Van Dyke, quien incluso aparece en el filme encarnando al banquero Mr. Dawes Jr (Navckid Keyd). Es decir, que hay varios homenajes en el filme como el cameo final con Angela Lansbury (una leyenda viviente de Hollywood), y el recuerdo de las escenas ilustradas de los musicales animados de Disney y sus apoteosis.