El reencuentro (USA)

Crítica de Carolina Taffoni - La Capital

El paso del tiempo es uno de los grandes temas de la filmografía de Richard Linklater (“Antes del amanecer”, “Boyhood”). En su última película, “El reencuentro”, el director norteamericano vuelve a hacer eje en la misma cuestión, aunque esta vez hay un problema con el “tiempo” de la película en sí, porque sus 125 minutos resultan interminables. Esta suerte de secuela de “El último deber” (1973) cuenta la historia de tres ex combatientes de Vietnam que se reúnen después de tres décadas cuando uno de ellos tiene que ir a buscar el cuerpo de su hijo, recientemente fallecido en la guerra de Irak. Hay un viaje planificado que va a complicarse, como es esperable, pero la película termina siendo una road movie de manual con giros narrativos previsibles. Linklater siempre trabaja con estereotipos, y esta no es la excepción. En el trío protagónico está el pendenciero medio borracho (Bryan Cranston), el padre golpeado por las pérdidas (Steve Carell) y un ex soldado de pasado salvaje que se convirtió en pastor (Laurence Fishburne). Las personalidades opuestas generan roces, está claro, pero el director agota este recurso hasta al cansancio. Cranston y Fishburne parecen estar enredados en un mismo e interminable diálogo durante dos horas, y el peso dramático recae sólo sobre el formidable Carell, que brilla en una escena donde su gesto de angustia muta en un genuino ataque de risa. Otro asunto que hace ruido es la ambivalente relación de los personajes con el concepto de patriotismo: critican las mentiras de los sucesivos gobiernos pero en el fondo reivindican que se sigan mandando tropas al extranjero. Tal vez el único motivo para quedarse hasta el final de “El reencuentro” sea el tema de Bob Dylan “Not Dark Yet”, que suena en los títulos. Esa sola canción dice más que la película.