El porvenir

Crítica de Carolina Taffoni - La Capital

El tiempo es tirano

“Las mujeres de más de 40 años son para tirar a la basura”, dice Nathalie, la protagonista de “El porvenir”, en una escena de la película. Pero no lo dice en forma dramática ni resentida. Lo dice naturalmente, y con algo de sarcasmo, mientras pasea con un ex alumno en un parque de París. Nathalie (Isabelle Huppert, una vez más, brillante) es una mujer de 60 años que atraviesa una crisis: es una profesora de Filosofía que ya no conecta con sus alumnos adolescentes, su madre está senil y le hace la vida imposible, sus hijos están grandes y están fuera de su influencia, y su marido, como si nada fuera, le dice que se enamoró de otra mujer y que se va a vivir con ella. La joven directora Mia Hansen-Love (“El padre de mis hijos”, “Edén”) enfoca esta crisis con una mirada singular, de una gran sutileza, en la cual no caben los estallidos melodramáticos, pero sí el transcurrir de la vida cotidiana a pesar del dolor y los fracasos. Su protagonista es una mujer fuerte y decidida, pero su fragilidad también se transparenta con hondura en momentos íntimos y delicados. Las citas de Rousseau y Adorno se mezclan con melodías de Schuman y canciones de Donovan y Woody Guthrie, creando un contexto siempre reflexivo. “El porvenir” es una película sobre el implacable paso del tiempo, sobre una transición compleja y sobre cómo la vida se abre camino cuando parecen cerrarse todas las posibilidades.