El plan B

Crítica de Andrés B. Pohrebny - El rincón del cinéfilo

Kate Angelo, como guionista, y Alan Poul, como realizador, han intentado arrimarle al espectador una comedia en el marco de las citas, el amor, el matrimonio, la maternidad y de la familia, sin respetar el orden lógico de los acontecimientos. Esa vuelta de tuerca, en principio, resulta una propuesta interesante.

La historia gira en torno a Zoe, madurita ejecutiva retirada de una empresa informática, quien dio un giro a su vida montado un negocio de mascotas. Después de frecuentar sentimentalmente a jóvenes durante años, decide no estar dispuesta a seguir esperando la milagrosa aparición de su pareja perfecta. Empeñada en convertirse en madre, decide actuar en solitario y para concretar esa aspiración trama “El plan B”: con la consulta y asistencia médica recurre a la inseminación artificial. El mismo día que entra en operatividad el plan, y concreta su ejecución, conoce a Stan, quien resulta ser un candidato con muchas posibilidades de convertirse en la pareja por ella buscada. Zoe le oculta a su nueva relación los primeros signos del embarazo, lo que supone una serie de divertidas situaciones que Stan no sabe cómo interpretar. Cuando Zoe revela la razón de su incomprensible comportamiento él reflexiona sobre su inusual futuro. De allí en más la trama va y viene por distintos carriles para arribar a la solución del problema planteado.

La propuesta es válida, pero el guión carece de ingenio y en la realización no consigue resolver situaciones y escenas con fluidez, simpatía y generoso humor visual y auditivo, resuelto tanto en la dirección de un buen plantel interpretativo como al ritmo narrativo impuesto en los encuadres y luego en la compaginación

El resultado no es otro que el observado en la última tanda de comedias fallidas elaboradas por la cinematografía hollywoodense, carentes del swing en manos de realizadores que no logran dar en la tecla –o no saben como hacerlo- para brindar un espectáculo fresco, ágil y divertido, que entretenga o, al menos, no que resulte aburrido y olvidable a poco de abandonar la sala.

Lejos están los actuales productores y realizadores estadounidenses de los encantadores entretenimientos que generaron sus antecesores, y los veteranos y veteranitos disfrutamos – mientras las nuevas generaciones pueden descubrir mediante en los DVD, o, porque no, en los ya históricos VHS –, con aquellas producciones que van, fundamentalmente, de la década del 30 a la del 60 del siglo pasado.