El otro hermano

Crítica de Alejandro Castañeda - El Día

Todo es plata y sangre en este oscurísimo thriller

Pueblito perdido del interior chaqueño. Desolación y atraso. Protagonista sinuoso con un pasado oscuro que lo liga a las fuerzas armadas. Tipos desorbitados o indiferentes que dejan hacer o le suman pequeñas trampas a un escenario sin vida. Historia de un encuentro desgraciado que culmina en tragedia. Película sórdida, implacable. Nadie se salva. Hasta las víctimas (el hijo de la mujer cautiva) miente o esconde. Se parece a “Koblic”, hasta en sus resultados. Y es el regreso de Caetano a sus criaturas marginales y hacia un submundo despiadado. La plata es la protagonista. Esta allí, en todas las charlas, en todos los teléfonos, en todos los vínculos. Plata y violencia, un menú conocido.

Cetarti (Hendler) es un tipo raro, no tiene alma ni vida. Acaba de renunciar como empleado público (“Debes ser el único empleado público del mundo que renuncia”, le dice Duarte (Sbaraglia). Vive en Buenos Aires y llega a ese pueblito chaqueño porque acaban de asesinar a su madre y a su hermano. Hacía mucho que no tenía contacto con ellos, pero ni esa noticia lo conmueve. Es un hombre chato, anodino, solitario, sin esperanza ni ganas. Y acepta, más por inercia que por otra cosa, seguirle los pasos a Duarte (buen trabajo de Sbaraglia, aunque rozando la caricatura), un tránsfuga pueblerino, peligroso y deleznable que está allí en medio de una historia demoledora.

La codicia es el motor que los mueve a todos. No hay otro sentimiento. “El otro hermano” deja ver a tipos llevados por la plata hacia un destino fatal. Gente encerrada. No sólo los secuestrados, los demás también están en un sótano que ignoran pero que no los deja salir. Todos deambulan hundidos en un barrial que los liga y los confronta. Caetano no ahorra tormentos. Y el anunciado final adquiere el sentido de una masacre liberadora. La muerte, como en algunos western, viene a poner un poco de orden entre tanta mugre. Su mirada es desoladora. Y la historia, aunque está bien contada, no siempre suena creíble. Los trabajos actores son puntos fuertes (Pablo Cedrón, el chatarrero, está absolutamente espléndido) de este thriller devastador, que no da tregua, con hijos muertos o semi muertos y una madre sufrida, a la que ni los perros le tienen piedad.

Cetarti es un viajero que vino de la nada y se va hacia la nada. Lleva con él, de un lado a otro, las cenizas de su hermano y de su madre. Y en el mismo cofre, el dinero. Todo junto. Como para decirnos que en este universo oscuro, tan lleno de sangre y de secretos, la vida, la muerte y la plata son cosas inseparables.