El origen

Crítica de Andrés Martín - El rincón del cinéfilo

Algunos creen que estamos destinados a vivir bajo una misma realidad y por eso les fascina tanto la ilusión, el delirio y los sueños. Y tal vez por ello tienen fuertes impulsos de romper los límites de la razón y descubrir otras dimensiones. Justamente, por eso existen las leyendas, los cuentos de hadas, la magia y por supuesto la cinematografía.

Sin dudas, Christopher Nolan, el nuevo niño mimado de Hollywood, sabe como eludir esos límites. También es uno de los pocos realizadores que ha demostrado que, aun manejando enormes presupuestos sabe hacer películas inteligentes, entretenidas y audaces dentro del cine industrial.

Tras el boom de “Batman: El caballero de la noche” (2008), Nolan se metió de lleno en un proyecto que lo obsesionaba, “El origen”, el cual llevó a cabo con el poder que todo realizador anhela: el control total de su obra.

Tras un primer visionado, si pudiésemos dividir su filmografía en dos, podríamos afirmar que “El origen” se alista más al bando de “Memento” (2000), “Noches Blancas” (2001) y “El gran truco” (2006) que a las dos Batman.

Repasemos. En la sobrevalorada “Memento” el tema sobresaliente era la fragmentación de la memoria; en “Noches blancas” la soledad de un tipo más que derrotado; en “El gran truco” se metía con la realidad, la ilusión y la magia. Digamos que la primera y la tercera son producciones narradas con saltos temporales y vueltas de tuerca chifladas y tramposas; en contrapartida con “Noches blancas”, una película más lineal.

Asimismo, tanto en “Memento” como en “El Gran Truco” prevalece la estructura laberíntica desde lo narrativo, llevando al espectador a niveles de desconcierto ante argumentos fabricados con pocos centímetros que le permiten respirar.

“El origen” se introduce en el onírico mundo de los sueños y sus múltiples realidades paralelas a través de un guión muy, muy calculado.

Complejamente estructurada con idas y vueltas en tres (o cuatro) etapas temporales, el tiempo presente, alternando con flash-back y con tiempos condicionales sobre otros tiempos condicionales, la realización manipula los puntos de vista del espectador de manera más que consciente en una historia, que casualmente, se sumerge en el mundo del inconsciente y el subconsciente.

La última película de Nolan exige, aturde y es demasiado rigurosa con la atención y la inteligencia del espectador. Está claro que “El origen” es un laberinto no sólo espacial y temporal sino también con giros narrativos ya puestos en marcha en “Memento” y “El gran truco”.

Un sueño dentro de un sueño dentro de un sueño sumado a los cuatro hilos narrativos paralelos más las capas de significados, sumergen al espectador en un embrollo que le restan emoción y suspenso a una película que se esmera en explicarse a sí misma una y otra vez.

Más allá de la espectacularidad visual frecuente en el cine de Nolan (quién como pocos utiliza el ancho de la pantalla), “El origen” es una realización demasiado intangible convirtiéndose en una producción excesivamente charlada, sobreexplicada y por momentos agotadora.

Al parecer, éste director todavía no puede explotar guiones que poseen cierto trasfondo abstracto, en los que la inspiración y la acción quedan amputadas en pos de revelar niveles narrativos que resultan excesivamente pasmosos para el espectador.

Además, juega con los sueños como si fueran muñecas rusas, apilando realidades paralelas, manipulando al espectador y obligándolo a transitar por ambiguos recovecos en términos de emoción e insulsos en términos de acción. Indudablemente, el guión de '”El origen” está sobrecargado de giros y guiños por demás caprichosos.

Por otra parte, es ineludible “linkear” a “El origen” con la última realización de Martin Scorsese, “La isla siniestra” (2010). Llamativamente, ambas tienen un interesante parentesco: el juego de realidades enfrentadas y contrapuestas a través de alucinaciones.

Al mismo tiempo, en “El origen” el personaje de Leonardo DiCaprio es un profesional con problemas de culpa, secretos ocultos y con una relación afectiva sin resolver, tal como en “La isla siniestra”. Sin embargo, dejando de lado este juego de coincidencias digamos que la de Scorsese provoca emociones viscerales que permanecen ausentes en la de Nolan.

“Hay películas excelentes que poseen errores técnicos. Y películas técnicamente muy bien realizadas, pero de un vacío y de una sequía interiores que da pena. Para mí es mucho más importante la inspiración, las ganas de decir algo, de hacer algo. Lo demás es menos importante”.

Esta apreciación de Francois Truffaut sirve para sintetizar contundentemente las fallas que presenta “El origen”. Lejos de las virtudes de “Batman inicia” (2005) y “Batman: El caballero de la noche”, Nolan convirtió a esta obra en una de las pesadillas más decepcionantes de los últimos tiempos.¡Despertate Nolan!!!