El ojo del tiburón

Crítica de Flor Etcheto - Alta Peli

El documental de Alejo Hoijman muestra con mucha sensibilidad la transición de la pubertad a la adultez de dos niños nicaragüenses en un pequeño pueblo sobre el Caribe.

Busco mi destino

Maicol y Bryan son dos amigos inseparables que viven en Greytown, un pequeño pueblo de Nicaragua sobre la costa del Caribe. La infancia termina y no tienen más alternativa que comenzar a trabajar en el verano que se acerca. En ese pequeño pueblo no hay muchas opciones, cada vez menos hombres se dedican a la pesca de tiburones, y muchos de ellos se han convertido en narcotraficantes. A medida que juegan, deambulan, buscan su camino. También hay tiempo para salir con chicas, amigovias (¿se sigue usando esa palabra?). El mar y la selva prestan el marco para la transición, bajo la atenta mirada del equipo de filmación. Iniciarse en los oficios de la pesca y la caza no es nada sencillo, un mayor es el encargado de instruirlos. Maicol y Bryan dividen su tiempo entre el juego y el trabajo.

Las distintas miradas

La fotografía es exquisita, visualmente es muy prolija, hay poca cámara en mano. Se nota la paciencia detrás de cámara, esperando a captar determinados momentos. El sonido de los motores de las lanchas, nos mete de lleno en la vida diaria de Maicol y Bryan. Lo que parece un documental de observación nos presenta cada tanto a los chicos dirigiéndose a la cámara, como también el recurso del cine dentro del cine. Esto último me pareció uno de los grandes aciertos de la película. En lo personal, cuando miraba la película me preguntaba cómo vivirían Maicol y Bryan el proceso del documental, de estar acompañados por la cámara. No quiero adelantar lo que dicen, pero sí digo que me parece un gran hallazgo el hecho de ver a los chicos hablando de los realizadores, de conocer su mirada del documental. Un detalle no menos importante es que en la función de prensa la película se proyectó con subtítulos. Espero que así sea en el resto de las funciones, ya que hablan bastante cerrado y cuesta entender algunas frases.

Conclusión

El ojo del tiburón muestra la iniciación, el pasaje a la adultez y los rituales que lo caracterizan, y de manera muy original y sensible, sin caer en clichés. De la mano de Maicol y Bryan, dos personajes muy queribles y transparentes, observamos la vida cotidiana de ese pequeño pueblo nicaragüense. Es de destacar la rotura del estilo de observación para mostrar a los protagonistas atentos al registro de la cámara y hasta refiriéndose a los realizadores. El documental tiene una mirada detallista y minuciosa, y de alguna manera es distinto a todo.

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