El Lórax: en busca de la trúfula perdida

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

El árbol de la vida

Historia realizada por animación, adaptación del cuento del Dr. Seuss, que con muy poco entrega demasiado: humor, mensaje ecologista y, al mismo tiempo, denuncia lo irreparable del daño que se produce cuando se instala en una sociedad el monopolio a ultranza. Dejando un lugar para construir lo bueno de los lazos familiares, más allá de las generaciones.

La historia gira en torno de un joven llamado Once-ler, quien va en busca de El Lórax, el causante de vivir en una ciudad artificial, rodeada de plástico, donde todo es falso: no hay árboles, no hay animales, y el aire esta enviciado. Empujado por el ansia de una niña, Audrey, su amada ignorante de tener un enamorado como vecino, ante su ferviente deseo de ver un árbol de verdad.

Si bien no estamos en una de las grandes producciones del cine de animación, con mensaje ecologista, como lo fue la maravillosa “Wall – E” (2008), todo un despliegue de talento narrativo audiovisual, ni con la profundidad de otros filmes, como “El rey león” (1994), ésta sin embargo tiene a su favor ser más claramente construida para un publico infantil, con algunos guiños hacia la platea adulta.

Tiene todo para ser querible,: personajes reconocibles como el villano, pero que no asusta demasiado, los dos jóvenes, uno aventurero, la otra propiciador de la aventura, y una abuela que sabe más por vieja que por cultura, que apoya en la tarea a su nieto, un salto generacional que se une por encantamiento mutuo, donde el afecto se instala por sobre los limites de la vida familiar.

Dos partes muy bien definidas, la relatada por El Lórax, planteando su propia historia con las consecuencias que ya sabemos, y la resolución del conflicto por parte de Once-ler, oponiéndose al mundo adulto anquilosado y subsumido por el poder de turno.

Lo único que no se entiende es cómo puede ser que en Hollywood se realicen películas tan inteligentes para los más chicos, mientras que a los adolescentes los traten de idiotas, tal el caso con el reciente estreno “Los juegos del hambre”

(*) Una realización de Terence Malic, de 2011.